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128 AÑOS DE CINE NACIONAL


Por Roberto Ramos-Perea


La celebración de 128 AÑOS DE CINE PUERTORRIQUEÑO junto a la plana mayor de los historiadores del cine nacional: Kino García, Marisel Flores, Rosi Bernier, José Artemio Torres, y yo que anduve por ahí, es afirmar el amor que todos estos hermanos que acabo de mencionar sentimos por esa maravilla del ingenio humano. Como sociólogos e historiadores sabemos que el cine es el que nos despierta, que con su natural nobleza ilusiona, enamora y recuerda; al mismo tiempo que hipnotiza, enloquece, corrompe y asesina...


Y allí convocados por el “prócer” de la nueva generación de cine Eduardo Rosado y su esposa Kathy, con su Cine Movida y su Conservatorio de Cine, -del cual el Instituto Alejandro Tapia y Rivera es solidario e incondicional auspiciador-, constituimos el jurado para seleccionar el mejor corto silente, inspirado en las películas que dieron origen a este arte en Puerto Rico.


Este ingenioso reto nos llevó a reconsiderar con otros ojos aquellas primeras muestras de cine, de las que solo se conservan memorias impresas, descripciones, fotografías, carteles y hasta 1 segundo y medio de una de ellas, puesto que todas, realizadas hace poco más de un siglo con nitrato de plata, debieron haberse desintegrado.


Luego de presenciar las muestras sometidas, la decisión del jurado —“sangrienta y despiadada”, ¡no!; en realidad fue extremadamente amorosa— recayó sobre la cineasta Kiara Jeniva y su corto titulado LEALTAD, que es una resemantización de la película "Un drama en Puerto Rico", de 1912.


Utilizando criterios -no opiniones- de CONTENIDO (¿qué nos dijo?), lenguaje visual (¿Como lo dijo?), edición (Cómo lo contó), música, valores de producción y actuación. Este corto resultó ser el más asertivo para llevarse el PREMIO UNICO del Silent Fest 2025, sin que esto desmereciera las muchas cualidades excelentes de los otros. Se tuvo en cuenta principalmente los valores de CONTENIDO, guión y resguardo al reto lanzado por Cinemovida.


Allí, ante la presencia del padre del cine contemporáneo, el amigo y maestro Jacobo Morales, y su esposa Blanca Eró —puesto que sin Blanca no hay Jacobo—, quedó, podríamos decir que rebautizada tardíamente, esta muestra generacional de relevo, que ya hace algún tiempo venía manifestándose con aplomo, decisión y mucha imaginación.


Como presidente de ese Jurado, me tomé la libertad de aconsejar a estos cinestas lo que siempre he propuesto como columna vertebral de nuestro cine: y es que existe un valor supremo, incluso por encima del arte que hacemos. Y ese valor, aunque muchos lo ataquen, es la PATRIA. Hacemos cine porque tenemos patria. Y esta PATRIA, si bien es parte de toda la patria humana, vive nuestra única e indivisible personalidad. Y eso lo hace libre, CINELIBRE y no esclavo voluntario o seguidor sumiso y tonto de los cines de otras patrias.


Para nosotros el cine, como la dramaturgia, (puesto que el primero sin el segundo no existiría) es una bandera de libertad. Por lo que es imperioso rescatar la inmortal historia y la personalidad pasada, presente y futura que define a los habitantes de este Peñón del Caribe.


Es el riesgo complicado y difícil que hay que asumir. Un riesgo donde todo se jode si no se es fuerte, decidido, temerario y firme. Y esas cualidades las he visto en Eduardo y Kathy, de Cinemovida. Y ellos, a su vez, las transfieren a su generación. Los traspasos generacionales son hermosos cuando son nobles y agradecidos.


Y el haber dedicado esta celebración de 128 años de cine al maestro Kino García, nuestro primer historiador cinematográfico, no solo me conmovió, porque me unen a él años de amistad y trabajo, sino porque Kino representa el inicio de esa pasión de recordar que el cine impuso.


Gracias, Cinemovida.

Gracias, colegas historiadores.

Gracias, Jacobo y Blanca, por su presencia esta noche.

Gracias, dinámica generación de cineastas.

Nosotros, los maduritos, les vamos a decir: “Prenda, Mesié”.

 
 
 

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