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Roberto Ramos Perea

ENTERARSE DE UNA VIDA ÍNTIMA


Por R RAMOS-PEREA

Nada que ver con nuestra natural inclinación al chisme.

Por el contrario, conocer una vida que ha sido ejemplar es siempre aprendizaje, “lección de vida”, en lo que más de vida tiene que de lección.

Porque al conocer la vida de otro, es saber por adelantado lo que podría ocurrir con la nuestra. En esa profecía formamos carácter.

Francisco Arriví, además de mi Maestro, mi amigo, un ‘padre justo’, fue para mí un camino. Tortuoso, complejo, atacado por la adolescencia política de su tiempo. Hoy, contra nuestra política, más idiota y adolescente de lo que fue la suya, quisiera oponer madurez. (Parto de la premisa que la adolescencia política es la misma que la del joven crédulo, ambicioso y enviciado con sus placeres, que niega sus propios talentos).

Arriví no sucumbió al adolescente, pero lo sentó a su mesa y le habló, y aquella conversación, emocional ciertamente, le dio la fuerza para dejar de hacerse la víctima y afirmar su verdadera identidad de hombre justo. El mundo está lleno de injusticias. Y la primera injusticia es aquella que se comete contra uno mismo.

Arriví escribe la primera parte de su obra BOLERO Y PLENA, como recuerdo de su vida en la Universidad de Columbia en Nueva York. Allí, en el frío invierno gringo, su personaje central medita sobre el amor. Ese personaje se llama “Juan González”, pero la verdad es que se llama FRANCISCO ARRIVÍ. Ya está casado, y tiene sus dos hijos que son apenas infantes. Ha estrenado muchas de sus grandes obras en los teatros de San Juan junto a Lucy Boscana, Madeline Willemsen, Edmundo Rivera Álvarez… los cómplices de sus exitosos inicios.

BOLERO es su biografía dramática escrita probablemente en 1952, y la estrenó en la UPR en 1956. En ella muestra un conflicto de su vida en ese momento: sucumbir al seductor camino del misterio amoroso en una aventura descalabrada y loca de adolescente inconforme con el mundo, o asumir la responsabilidad de hombre maduro, que era la de ser un gran dramaturgo, un buen padre y un mejor puertorriqueño.

Ahora que ensayo esta obra con la Compañía Nacional de Teatro, para la Muestra ARRIVÍ EN EL ARRIVÍ III que el @Instituto Alejandro Tapia y Rivera tiene como misión, (pues somos los custodios de su patrimonio literario) con el auspicio del Instituto de Cultura Puertorriqueña, ¡descubro tanto de nuestro proceso de vida como pueblo! Ese proceso donde justificamos nuestra peor conducta con el simplón pretexto de nuestra ambición.

La insensata auto complacencia no es el camino para un futuro de paz y de triunfo artístico. El enfrentó sus demonios con bravura. Y aunque su generación fue un ejemplo de dignidad y respeto por las letras y la identidad Patria, no pudo heredar ese legado a las próximas, que se caracterizaron por ser -en su mayoría-, frivolidad y leprosa codicia.

Por eso nosotros, -adolescentes idiotizados de hoy- tenemos que invitarlo a nuestra mesa y escuchar pacientemente lo que tienen que decirnos; no aceptarlo si no queremos, pero ESCUCHARLO, TOMARLO EN CUENTA, PENSARLO EN PAZ Y PACIENCIA- y no rechazarle simplemente porque el Viejo Paco “hablaba mucho”.

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