Por R RAMOS-PEREA
Una de las tareas más importantes del Instituto Alejandro Tapia y Rivera que fundé y presido desde cuatro años, es el desarrollo de investigaciones y discusiones sobre amplias manifestaciones culturales que no sean hegemónicas; es decir, que no provengan de las esferas de poder académicas o culturales por no ser “ortodoxas” o por ser malinterpretadas y en muchos casos ninguneadas.
Vistas por muchos como insignificantes, como la literatura dramática, o con propósitos espurios como los del cine, o totalmente desconocidos como la intelligentsia puertorriqueña negra o nuestra historia socio-política, las manifestaciones y prácticas filosóficas NO asociadas a las “iglesias madres” también padecen de esta displicencia nuestra. Y en nuestro Instituto queremos trabajar con ellas, sacar a la gente de sus gríngolas y ofrecer nuevos caminos de investigación y estudio. En este sentido, somos constantemente “revisionistas”.
Hemos acogido el estudio del espiritismo por ser, como la santería, el ateísmo, la masonería y otras tantas, poderosas fuerzas intelectuales motivadoras de apreciables fines altruistas y sociales. ¿Cómo no estudiarlas si en su ejercicio se han abierto nuevos caminos en la formación moral de nuestro pueblo?
No se deje confundir por la definición que dan iglesias, sacerdotes y reverendos sobre lo que son creencias ajenas a las suyas. La práctica del sano cristianismo en nuestro país se ha convertido por obra y gracia DE LA CODICIA, en un continuo juicio punitivo y moralista “autorizado”, que condena al infierno a todo lo que a ella no se afilie.
El otro día una reportera de ENDI que entrevistaba a un supuesto “historiador” del espiritismo- sin disimulo alguno, combinaba brujería con espiritismo con quién sabe qué otras cosas, y lo colocaba como promotor de engaños, fraudes y timos. Esta destemplada ignorancia, puesta en bandeja de plata para el “historiador del espiritismo”, -que quienes le conocemos sabemos de su veneración y filiación con los sectores más reaccionarios y militantes de la Iglesia Católica-, nos pone en guardia de una nueva tendencia.
Para las sectas católicas y evangélicas -excepto las episcopales que siempre están disponibles y abiertas al diálogo- las filosofías y dogmas morales del país solo deben estar en manos de esas dos grandes sectas. Pero no tienen la valentía de decir que el espiritismo NO ES una religión, sino una filosofía.
La Santería sí lo es, pero esta tampoco tiene nada que ver con brujos, hechicerías, timos y vandalismos que se le han adjudicado para descalificar de la discusión la religión ancestral de los puertorriqueños negros.
La masonería por su parte TAMPOCO ES una religión. Es una fraternidad de solidaridad. No son terroristas de la fe, ni ponen bombas ni se comen a los niños -(eso tal vez lo hacen los sacerdotes católicos, y perdóneseme la ironía)- y el ateísmo es una opción del pensar como cualquiera otra, porque los ateos han estudiado lo suficiente como para saber que toda creencia en un dios corresponde al deseo del poder de someter al pueblo a mitologías normativas y punitivas. ¿Cómo puede estudiarse una fe o una religión que lleva en sí misma tantas contradicciones fundamentales? ¿Sectas que condenan al infierno a quien no cree en ellas?
En fin, insisto, seamos justos con la idea de la verdad. No la acerquemos a nuestra brasa por nuestra vagancia de aprender. Porque eso, lamentablemente, será el fin de toda sociedad letrada, en la que por la vagancia de saber, se rinde complaciente a repetir la primera estupidez que escucha por ahí.
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