Por R RAMOS-PEREA
Uno de los más importantes dramaturgos nacionales acaba de publicar el volumen número 9 (aunque son varios más) de sus obras teatrales y un volumen de teatro breve titulado “13 de 15” que le coronan y siguen contribuyendo a una de las mejores carreras dramatúrgicas de la nación.
Como me place y me urge conocer la obra de mis colegas, he devorado su docena de volúmenes teatrales con inmenso interés. Es obvio que algunas obras me han parecido más acertadas que otras, ya que ningún dramaturgo tiene como virtud la constancia de calidad. Nuestro trabajo es uno de continua búsqueda, de aciertos, fracasos, intentos y triunfos. Pero toda obra es un viaje a uno mismo, y si se tiene la valentía de exponerse en cada obra, el magno drama que uno construye a lo largo de una vida es tan humano como humanas son nuestras aspiraciones a la perfección y nuestro miedo al fracaso.
Antonio García del Toro si bien padece del sueño loco de aspirar a la obra que diga lo que uno piensa, —como todos—, sus textos son incitantes preocupaciones sobre el porvenir, la actualidad del pasado y la magnífica cotidianidad nacional.
Mencionar los nombres de las piezas que me gustaron no me hace más crítico ni menos pródigo en mis elogios. La obra de García del Toro es una obra completa, derivada de largos años de experiencia y estudios, pues no solo es dramaturgo, sino también un excelente catedrático de literatura y teatro, que ha ejercido por más de 30 años en el aula dramática de la Universidad Interamericana Metro, y tuve el honor de ser su colega cuando yo ocupé ese mismo puesto en la Universidad Interamericana de Bayamón.
Hombre cultísimo, que puede ahondar en las más densas miserias humanas, como en los más frugales vicios de la cotidianidad. Viajero de oficio, conocedor de otras culturas, traductor con altos estudios en italiano, es la autoridad máxima del país en el inmenso Pirandello. Fundó su compañía Epidaurus bajo la inspiración de Cisne con Jossie Pérez y Myrna Casas, para quienes dirigió excelentes montajes dignos de placentera recordación. Rodeado siempre de la juventud creadora interamericana, no envejece, sino que se vuelve más tercamente sabio. Ha tenido decepciones, como todos, las cuales traduce en un lenguaje dramático a veces cáustico, otras insondable, pero siempre verdadero.
Ha cumplido el magno deber de todo dramaturgo: publicar, publicarse y quedar para la historia. Como lo dijo Tapia, es una gloria íntima que no debe escatimarse por una falsa modestia. Si eres bueno, dilo, o que lo digan quienes saben más que tú. Es mayor que yo, aunque mis tristezas sean más viejas que las suyas, pero que se sepa que siempre he admirado su obra desde “Guerra menos guerra es igual a sexo”, “Metamorfosis de una pena” y las laureadas “Hotel Melancolía” y “El cisne de cristal”. Todavía sobre mi escritorio reposa su adaptación de los Paliques de Nemesio Canales.
Es un honor leerlo. Es pan dulce para todo corazón, y por supuesto, para los grupos teatrales de nuestra nación, que pueden encontrar en sus más de 50 piezas una de las voces más privilegiadas del teatro nacional.
Sus obras se consiguen en Biblioservices.com
Comments