Por R RAMOS-PEREA
Finalmente, hoy, desde las 6:00 pm, es el día del gran estreno de la película VEJIGANTES, en una producción del Proyecto Dramático Lucy Boscana de la WIPR TV con la colaboración del @Instituto Alejandro Tapia y Rivera, y me queda por agradecer, y no por ser último menos importante, al PRIVILEGIADO PUEBLO DE LOIZA!
Pocas veces en la vida se siente uno tan respaldado como artista, tan seguro de alcanzar las metas soñadas, tan firme y sólido en los empeños, que cuando tiene a un actor, una bailarina o músico negro de Loíza dándote su apoyo. Y te dan lo que les pidas, gratuitamente, con una gran sonrisa en los labios, porque saben que estás haciendo lo necesario para que su cultura (que es también la nuestra) se haga visible y apreciada.
Cuando llegué el primer día de grabación a mi locación en las playas de Loíza, ya ellos estaban allí dispuestos, con su regimiento de barriles listos a filmar, a dejar en una película la más certera imagen de sus avatares, de sus alegrías y dolores, ¡y sobre todo de su historia!
VEJIGANTES se desarrolla en los palmares de ese bendito pueblo, en el que mi Maestro Arriví pasó largas horas compartiendo -no solo con algún amor de juventud que tuvo por allí-, sino con su gente, recibiendo de sus voces y de su música el largo epistolar de sus angustias, y el grito festivo de sus maravillas.
Cada vez que escuchábamos los barriles sonar, les decía con orgullo a mis actores, “sientan ese sonido, ese latir imparable, ese eco de siglos, ese negro iluminado de fuerza y resistencia. ¡Esas bombas armoniosas y contundentes son el sonido de la Patria! Están en nuestra conciencia como el más noble y orgulloso atavismo”.
Ver a la bailadora Sheila Osorio, mi coreógrafa, impartir mis instrucciones a sus bailadoras y a sus músicos con tal precisión, con poco gesto, en un idioma del que solo ellos conocen el misterio, fue una cariñosa delicia. La misma dicha patriótica que sentía al ordenarle a mi fotógrafo, “pasa la cámara por cada rostro, por cada sonrisa, por cada mano que se desangra en esos cueros”. Y él no dejó perder ni uno solo.
Aquel jovencito (cuyo nombre lamento no recordar ahora), que agarró la tonada del famoso “Joyalito” con yo cantársela solo una vez, y allí mismo le compuso versos que engrandecieron la copla que da inicio a la obra. Y ver aquel cielo de estrellas negras bailar y “reventar varillas” a la luz de la Luna fue sin duda una de las mágicas experiencias de mi vida como director de cine. Es algo que no olvidaré nunca y que siempre recuerdo con gran cariño cada vez que paso cerca de allí.
Loíza es un alma grande. Es gente grande. Gente Negra, con el negro de luces que tienen los que amamos esta santa patria nuestra, que en el repicar de sus bombas nos definió el ser.
¡Gracias Loíza, gracias por siempre!
ความคิดเห็น