IDALIA PÉREZ GARAY y el ICPR
Por R RAMOS-PEREA
La dedicatoria del Festival Internacional de Teatro del ICPR a la primerísima actriz IDALIA PÉREZ GARAY, no solo es merecidísima, que eso todos lo sabemos, no solo era obvia y necesaria cosa que también sabemos, pero no entendemos por qué es tan tardía.
Obviemos las justificaciones burocráticas, políticas, o hasta de olvido que puedan esgrimirse. Solo quiero reflexionar sobre cómo las nuevas generaciones de teatristas (esos dinámicos y apasionados jóvenes que hoy se levantan en las trincheras de su teatro en 15 minutos), que no fueron sus discípulos, o sus compañeros de escena, o simplemente no conocieron a Idalia, puedan sentirse que son parte de este homenaje tan urgente.
Este asunto de los homenajes tiene su lado amargo. (¡Maldito yo que siempre ando mirándolo!). Porque los homenajes en eso se quedan. Cuánto más grande no hubiera sido que se subvencionara una obra de Teatro del Sesenta donde viéramos a Idalia en alguna actuación de estrellanza como las tantas que nos regaló. Aquella en “Virginia Woolf”, por solo decir una…
Porque si alguien ha hecho un trabajo monumental tanto en la creatividad actoral, en la dirección escénica, en el cine y la TV, como en la educación universitaria, en la producción, en el diseño, y en tantos otros espacios del teatro donde dejó huella y legado esa ha sido Idalia. Enumerar todo eso me tomaría semanas. A mí, que compartí con ella de todo esto, me tomó apenas un segundo y me sentí plenamente agradecido.
Y enfatizo porque me importa, que IDALIA PEREZ GARAY es también DRAMATURGA y en La VERDADERA HISTORIA DE PEDRO NAVAJA está su mano, sus largas horas de trabajo y su talento como AUTORA de esa obra -que esa obra NO ES de ese tal PABLO CABRERA ÚNICAMENTE, aunque una jueza ignorante así lo determinara, quitándole a Idalia y a TEATRO DEL SESENTA el mérito y los derechos de autor sobre ella.
Insisto que es un poco tardío este homenaje a una de las luces más cegadoras de nuestro teatro y por ahí mismo digo que nunca es tarde si no hay hipocresía, y no creo que la haya en este caso. Puede haber olvido, pero no mala fe.
Sabemos que el ICPR actual hace dinámicos esfuerzos para poner nuestro teatro en el sitial que corresponde. Que venimos de años de administraciones culturales mediocres y politiqueras que hundieron nuestro teatro a nivel público en el peor de los pantanos favoritistas y mediocres. Pero es notorio que en los últimos cuatro o cinco años, el teatro nacional ha repuntado con portentosas e importantes producciones, confirmando aquello de que cuando peor se pone la política, mejor se pone el teatro.
El homenaje a Idalia es también el Homenaje a una compañía en la que ella dio más allá de ella misma. Los que trabajamos en “Pedro Navaja”, y en las muchas producciones de TEATRO DEL SESENTA de los años 80, si bien no olvidamos las neurosis de nuestra comunidad teatral de entonces, agradecemos lo que hoy permanece de su mano. Yo sí tengo memoria, tengo archivos, escribo historia del teatro. Y en esa historia hace décadas que el nombre de *𝐈𝐃𝐀𝐋𝐈𝐀 𝐏𝐄𝐑𝐄𝐙 𝐆𝐀𝐑𝐀𝐘* ganó su letra “bold en mayúsculas”. Que haya pasado tanto tiempo para que la más importante y destacada actriz de finales del siglo XX y principios del XXI sea honrada por el ICPR, es solo un llamado a lo perentorio de la memoria.
El otro día hablaba con un grupo de jóvenes actores y les preguntaba si sabían quién era Victoria Espinosa, si habían estudiado su obra y sus hechos, por los que ahora se le dedicaba una Campechada. Todos invariablemente me contestaron en la negativa, que sabían de ella por lo que leían en Facebook o alguno que otro vio un documental.
Hermanos del ICPR, eso es RESPONSABILIDAD de ustedes. Lo de Victoria estuvo muy bien, merecidísimo y necesario. Esto de Idalia, también… pero no olviden que el tiempo pasa. Todos seremos olvidados demasiado pronto, como dijo Werther. Y sin memoria no hay arte, no hay cultura, no hay legado, no hay PATRIA.
Por lo que concierne al Instituto Alejandro Tapia y Rivera y su Compañía Nacional de Teatro que dirijo, vaya nuestra más cerrada solidaridad con esta Dedicatoria del ICPR y con ella, el más profundo, afectuoso, apretado y agradecido abrazo a quien fuera nuestra Maestra, nuestra colega, nuestra amiga, nuestra agria oponente, nuestra confidente, nuestra guía, nuestra fiscal, nuestro ejemplo del buen hacer, nuestra severa crítica, admirada por su tenacidad, por sus rabias y terquedades, sus certeras razones, sus confusiones y sus luces, sus ironías, sus consejos tiernos, su hermandad, su rutilante femineidad, su pasión y vocación compartida y su sensible amor humano que la convirtieron en una de las glorias más notables de toda la historia de nuestro Teatro Nacional.
Que así quede y quedará escrito.
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