LOS DOCUMENTALES SOBRE TEATRO PUERTORRIQUEÑO
- Roberto Ramos Perea
- 12 abr
- 3 Min. de lectura
Por R.Ramos-Perea
Un breve comentario para dejar constancia de la importancia del día de ayer, en lo que a la historia del Teatro Nacional respecta.
Ayer se dieron exhibiciones de documentales que considero trascendentales en la historia cultural de la nación: “La verdadera historia del teatro del 60” y “La historia del Centro de Bellas Artes: El latir de un pueblo”. El primero, realizado por Idalia Pérez Garay y Vicente Juarbe; y el segundo, realizado por Idamalis Jiménez, bajo la dirección del maestro Luis Molina Casanova.
Como participante de ambos, en mi carácter de asesor histórico y como uno de sus entrevistados— puedo decir que ambas exhibiciones constituyen un momento de anclaje y un nuevo comienzo en lo que respecta a la historia social de nuestro teatro.
Es evidente que las nuevas generaciones desconocen estos pasados, y vivimos generaciones que privilegian lo visual y no están muy dispuestas a buscar en los libros ni a dedicar tiempo a estudiar, conocer o valorar las inmensas gestas de aquellos hombres y mujeres que forjaron una conciencia dramática nacional. Por ello el documental es una herramienta idónea para recordarnos que el drama era la más importante columna del pensamiento puertorriqueño expresado de manera popular. Y esto no es una exageración.
Por siglos ha sido el escenario teatral el espacio fundamental de discusión filosófica, social, histórica y política de todo lo que acontece a la humanidad. Si bien el periodismo explotó en el siglo XIX como “la voz del pueblo”, ya en el siglo XXI, ese periodismo, al ser comprado por las grandes corporaciones, ha perdido su capacidad de discernir la verdad de la mentira.
Nos queda el escenario como el único espacio de confrontación real de las naciones con sus verdades cotidianas. Así lo fue en Puerto Rico en el siglo XIX, en el XX, y aún lo sigue siendo en las voces fieras de los nuevos dramaturgos que se levantan como herederos directos de aquel inmenso y brillante siglo XX, que puso bajo la lupa desde las más fascistas dictaduras hasta los más tiernos y profundos sentimientos humanos.
Ambos documentales constituyen un excelso climax dentro de muchos otros esfuerzos —más breves y de menor amplitud— que han documentado visualmente espacios específicos de la historia teatral puertorriqueña. Podría citar mi propio documental sobre Alejandro Tapia y Rivera; uno o dos documentales que se han filmado sobre la historia del Teatro Tapia; y otros que, no siendo documentales propiamente, sino reportajes amplios, han recogido las vidas y obras de personalidades específicas, como los varios realizados sobre Victoria Espinosa, Myrna Casas, Marcos Betancourt, Elena Montalbán, entre otros.
Vistos todos en su conjunto —documentales y reportajes— y contextualizándolos dentro del acontecer social y político puertorriqueño, podemos obtener un amplísimo panorama de lo que ha sido la verdadera historia de nuestro teatro.
Y esto, sin duda alguna, es motivo de celebración y orgullo, y cumple cabalmente con el primer criterio que debe tener todo documental puertorriqueño: ser pertinente, importante y necesario para la continua reafirmación de nuestra mutilada identidad.
(En las fotos, muchos de los colegas que, junto a Idalia Pérez Garay y Vicente Juarbe, compartimos ayer la exhibición de “La verdadera historia del Teatro del Sesenta” en el Teatro Julia de Burgos.
Allí estaban los actores y académicos Julio Ramos, Marisol Ojeda, Julio Court, José Muratti, Carola García, Rosabel Otón, yo, Idalia, Miguel Vando, Belén Ríos, Vicente Juarbe, Consuelito Sáez Burgos y Marisocorro Pérez, entre otros amigos.
En la otra foto, durante el estreno del documental “El Centro de Bellas Artes: el latir de un pueblo”, en el vestíbulo de la Sala Paoli, el Dr. Edward Moreno Alfonso, distinguido Secretario de la Junta de Directores del ICP; el Gerente General del CBA, el amigo Jettphet Pérez de Corcho; Idamalis Jiménez, documentalista; el cantante José Juan Tañón; y yo.)
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