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Roberto Ramos Perea

PERDÓNAME EDGARDO, PERO…


Por R RAMOS-PEREA

…ya no tengo nada que perder.

A mis años no tengo ninguna consideración por aquellos a quienes les molesta que yo exista.

La muerte de Edgardo Huertas me ha hecho reflexionar mucho sobre aquellas cosas que dejamos pendientes y las que habíamos hecho la mutua promesa de echar adelante. Pero los obstáculos fueron mayores que nuestros deseos, sobre todo las miserables trabas políticas.

Esos cambios de administración y de visión de lo que debe ser la cultura y la educación a nivel público siempre están sujetos al capricho del primer pen dejo que sin saber nada de la necesidad cultural de un pueblo, que sin conocer nuestra idiosincrasia, o conociéndola, la niegan con la más descarada desfachatez. Ese político de mi erda, ese tráfala que le niega a un pueblo lo que necesita porque no le enriquece personalmente.

Uno de los proyectos que Edgardo y yo trabajamos fue la continuidad de la filmación de varias películas de los clásicos literarios puertorriqueños adaptados por mí y producidas por él a través del Proyecto Dramático Lucy Boscana de WIPR, para que sirvieran al Dept. de Educación como complemento de las lecturas de los cursos de español a nivel superior, (proyecto que ya habíamos emprendido exitosamente con ese inmenso patriota que es Benito de Jesús.)

Si algo teníamos clarísimo Edgardo y yo, era la misión educativa y cultural que tenía que regir la WIPR. Lo gritó muchas veces delante de mí ante la caterva de mediocres batatas que sentaron en las gerencias y en las Juntas, cuando a alguno de esos tarados se le ocurría usar WIPR para “hacer chavos”, “complacer al gobernador” o competir con la TV comercial.

Ya habíamos logrado el apoyo de Eric Delgado en el proyecto de “Vejigantes” de Francisco Arriví. Proyecto que no estuvo exento de las pende jadas burocráticas, de distorsión de prioridades y de erradas decisiones de funcionarios que viven ca gados de miedo con el contralor y te piden 200 estimados y quinientas justificaciones para comprar un puto alfiler y no te sueltan el dinero hasta que no ven satisfecha su morbosidad.

Teníamos la ardorosa idea de la filmación de la obra TIEMPO MUERTO del maestro Manuel Méndez Ballester con los mejores actores del país, puesto que el Instituto Alejandro Tapia y Rivera supervisa las obras del Maestro. Teníamos el apoyo de Eric Delgado. Se contaba para ese proyecto con la posibilidad de que Fomento de Cine y Educación colaboraran con los recursos económicos federales para hacerla. Tras numerosas reuniones Eric llevó adelante las propuestas de esa y otras películas que estaban en nuestra cartera de cine al servicio de Educación… y de pronto todo ese magnificente anhelo de qué nuestros estudiantes pudiesen disfrutar con películas de suprema calidad para suplementar sus lecturas de español, se fue al piso por la indolencia, la displicencia y la jo dida brutalidad de funcionarios con poder y con cerebros de amibas.

Tanto Fomento de Cine como Educación nos hicieron lo que hoy los jóvenes llaman un “ghosting” descarado. Poco después Eric, con sus altas y bajas, dejó la gerencia de WIPR.

A nadie le importó ese sueño tan urgente y la frustración de Edgardo y la mía fue devastadora. ¿Cómo era posible que una idea tan necesaria cayera en la decisión de tanto pen dejo ignorante que pobló este gobierno?

Y para colmo, para vergüenza y furia del alma, nos enteramos que Educación tenía asignados 280 millones de dólares en fondos federales que NO utilizó y que probablemente se perdieron o tienen que ser devueltos.

Estos asesinos de la Nación nos han cogido de pen dejos tantas veces, seguimos dándoles el voto a esos batracios, pensando que nuestro bienestar depende de los que dicen que Puerto Rico estaría mejor si no hubiera puertorriqueños. ¡Maldita sea la derecha, el centro y la izquierda! pues ninguno, ¡NINGUNO! ha hecho un carajo porque este país pueda dejar de avergonzarse de sí mismo.

Ahora brotan como chancros indiscretos aquellos que dicen que hay que seguir la obra de Edgardo, que hay que honrar su trabajo, y todas esas cursilerías que él odiaba. ¡Qué fácil ahora que ya no está! No me explico como la obra de un hombre tan inmenso pueda ser bocadillo de tanta hipocresía a la hora de las esquelas.

Perdóname hermanito querido, que haya tenido que pensar en estas cosas… y perdóname aún más por decirlas. Pero los hondos dolores producen grandes rabias… yo vivo a la altura de lo que pienso, tú lo sabes, y ya yo no tengo nada que perder.

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