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POR UN REVISIONISMO HISTÓRICO ANTICILONIAL


Por Roberto Ramos-Perea

Del INSTITUTO ALEJANDRO TAPIA Y RIVERA

Desde hace más de 50 años, en nuestra colonia se practica el revisionismo histórico de diferentes formas y con diferentes motivaciones. Las primeras voces revisionistas de nuestra historia colonial despertaron a ella desde diferentes campos de investigación y crítica. Valdría la pena apuntar los estudios de una nueva historia económica, los trabajos sobre el racismo nacional de Isabelo Zenón, los trabajos sobre las luchas feministas de la década del 70, la misma historia electoral, los avances de la geografía y de las ciencias ambientales, la guerra hispano-cubana, las nuevas miradas a la Conquista, el escrutinio severo de las biografías de los llamados “ilustres” y “patricios” idealizados por el poder, los trabajos de sociología teatral y cinematográfica y el advenimiento del documental como expresión fidedigna de ese análisis, la inclusión de los géneros literarios como fuentes de interpretación histórica, las revisiones de los diversos cánones, en fin, el desmantelamiento de la “vieja historia” con acercamientos sociológicos y políticos de todo tipo en una amplitud de expresiones muy lejana del frío historicismo. Repito, nada del revisionismo es nuevo ni se manifiesta de ayer a hoy. La historia es un ente cambiante y vivo en continua lucha por la identidad nacional y sus interpretaciones.

Y esto es así porque como bien señaló el Maestro Fernando Picó, cada generación tiene que reescribir la Historia colonial. Por ende, cada generación traerá sus propias valoraciones y juicios, sus métodos de investigación y sus prerrogativas, así como su selección de las fuentes a considerar que darán a la sospecha del historiar oficialista, las certezas que necesita para afirmarse.

Por ello, la primera prioridad del revisionismo será desmontar lo sabido y enseñado por el poder y el privilegio. Como es sabido, los primeros cinco siglos de nuestra vida como pueblo han estado dominados por apellidos, clases y sobre todo “mitos”. Estos mitos han protegido la moralidad blanca y pudiente de las cabezas de ambos imperios con narrativas y discursos de fidelidad, sumisión, estrategia, exclusión y secretividad. El pueblo puertorriqueño los aprendió y no los cuestionó, por varias razones: se sentían cómodos y protegidos por esos discursos que el populismo del poder les decía que lo “representaban”. Y por otro, eran partícipes de los privilegios que esos discursos proponían. Porque las otras alternativas eran: la quema viva en el charco de las Brujas, el paredón del Morro, las sucias mazmorras gachupinas, las desapariciones y asesinatos a manos de los gringos, hasta lo que hoy sería la “cancelación”. Ante eso, no había que pensar mucho para aceptar que el poder tenía TODO el poder. Hasta el poder de controlar nuestros pensamientos.

En lo económico siempre fuimos explotados y las luchas obreras de negros y mulatos socialistas en las décadas del 1880 y 1890 atacaron violentamente el poder que se robaron los ciegos seguidores de Luis Muñoz Rivera, De Diego y Barbosa. Y esa confrontación fue vencida por la complicidad del gobierno gringo con las turbas republicanas promovidas por Barbosa y los suyos. Luis Muñoz Rivera y Barbosa dividieron el país con un tajo que todavía sangra.

Pero el revisionismo nos dice que la única manera de comprender esas sangrientas divisiones es estudiando, investigando y descubriendo las contradicciones entre lo que se dijo y lo que se hizo. En eso, el campeón de todas las mentiras se llamó José de Diego, quien por encima de Betances, de Hostos y de Baldorioty mismo, fue llamado Padre de la Independencia Nacional y escogido como mito incólume de los independentistas organizados.

Pero si en alguien se pavoneaba la clarísima contradicción entre lo que se decía y lo que hacía fue precisamente en José de Diego. Y a él, muy poco se le había revisado en sus acciones porque él mismo o alguien se las arregló para que sus contradicciones fueran escondidas del saber público. La razón para esconder la desgracia de sus actos era muy simple: “solo se debe recordar lo bueno que hizo, porque como todos tenemos puntos oscuros en nuestra vida, no tenemos derecho a reclamarle a él por lo malo que haya hecho porque es ante todo, un “patriota”.

De un plumazo los patriotas quedaban excluidos por obra y gracia de sus privilegios de raza y clase, de todo cuestionamiento moral y político. Incluso se dijo y se dice “pero esas cosas pertenecen a su vida íntima y pasaron hace mucho tiempo, no tiene caso recordarlas ahora porque eso no nos ayuda en nuestra lucha contra el opresor”. Es decir, que nuestra lucha contra el opresor tiene como fuente de afirmación la mentira, o el “eso no tiene que ver”. Es decir, descartamos el pasado como la lección del presente y -condenados a repetir los mismos errores-, improvisamos día a día el futuro según nos convenga y sin valores o ética o moral.

José de Diego se presentó ante el país como un modelo de moral y de virtudes, de respeto a la mujer (gracias a su romantizada juventud de poeta doliente). De pronto la evidencia empieza a aparecer en los nuevos trabajos de historiadores que desean que estas historias canónicas se revisen. Uno de los primeros trabajos sobre las contradicciones dieguistas fue el del historiador Dr. Amílcar Tirado Avilés. No bien salió su artículo en Claridad, no le dejaron tranquilo las críticas de los independentistas que consideraron sus investigaciones como “traiciones a la Patria”. Tras él, comenzaron a ver luz trabajos modestos, lanzados sin mucho ruido en las revistas especializadas sobre sus contubernios comerciales con empresarios gringos promoviendo el embargo de terrenos de propietarios puertorriqueños para luego vendérselos a los emporios azucareros.

Los trabajos sobre “los cooptados”, (abogados de la élite criolla que vendieron sus ideales a los empresarios norteamericanos a cambio de riquezas personales), de la Historiadora, la Dra. Nieve de los Ángeles Vázquez pasaron desapercibidos en aquel momento y es ahora que ha estallado, con gran júbilo para los revisionistas, su biografía de una parte de la vida de Luis Muñoz Rivera.

De pronto, entusiasmado por la veracidad de estos trabajos y en su empeño de combatir la contradicción colonial, el que esto escribe recoge muchos de los hechos de la vida de José de Diego en una obra de teatro histórica (porque el teatro también historia) donde se plantean con veracidad documental sus borracheras, su apetito sexual desmedido por las negras, la violación de su propia esposa descrita con horrorosos detalles en el pliego legal en el que se pide la disolución del matrimonio;

las turbias relaciones harto extrañas y confusas entre él y Luis Muñoz Rivera satirizadas por varios periódicos de San Juan, y los lloriqueos ante el juicio de éste por haber delatado ante el gobernador gringo las estrategias políticas del Partido Unión, lloriqueos y pataletas presenciadas por Luis Lloréns Torres y Nemesio Canales. Entre otro cúmulo de atrocidades para las que hay harta evidencia documental, legal y periodística. La obra, -que se ofreció gratuitamente al público- fue un rotundo éxito porque abrió muchas posibilidades de interpretación de la vida de un hombre que se cantó “sin mancha, caballero de la raza, defensor del español, poeta sin par, legislador de los pobres y patriota incorruptible”, cuyas “fallas humanas” eran “perdonables” según dicen y dirán los que le veneran.

Por supuesto que son fallas humanas, pero si sus seguidores quieren “perdonar” una falla humana para mantener “el mito”, sea, allá ellos. Pero nosotros NO PERDONAMOS LA CONTRADICCIÓN. NO ES PERDONABLE que se pare ante una tribuna a hablar bellezas de la mujer -a quien de paso le negaba inteligencia y capacidad para votar- mientras esconde en su pasado la escena dantesca de la violación de su esposa en exigencia de sus “derechos conyugales”. La misma a quien apuntó con su revolver cuando esta le amonestó por llegar borracho a su casa. ¡Y esto lo cuenta su mejor amigo, el Dr. Cayetano Coll y Toste con su respectivo juicio moral EN SU CONTEXTO! No en el nuestro, por lo que ese argumento colonialista de que la moralidad de hoy no es la misma de ayer, claro que no lo es. Pero hay violencias, posturas sociales y políticas, luchas y sacrificios humanos que valen lo mismo en TODOS los contextos.

Hay que revisar la Historia colonial. Primero revisar la vida de estos supuestos patricios que según las historias oficiales han sido modelos de virtud y patriotismo, y si esas “virtudes y ese patriotismo” esconden la inmoralidad, el privilegio, el lucro personal, la contradicción y la traición a la Patria. HAY QUE SACAR A LA LUZ toda mentira.

Sobre este punto mucha gente se opondrá, por razones espurias como “la vida íntima no se toca”, o “con los patriotas no te metas”. Bueno, pues cuando las mujeres que han sido víctimas de ese “machismo de izquierda” empiecen a abrir la boca, entonces veremos cuál es el verdadero interés de la izquierda. Cuando los autonomistas acepten que su “mito” Baldorioty también estuvo en la trincheras de la lucha armada, entonces sabrán con qué fuerza podrían apoyar o negar su autonomismo; cuando se entiendan y no se justifiquen los racismos y las aplastantes arrogancias de Betances, entonces entenderemos el lado humano del que llamamos “Padre de la Patria”; y cuando sepamos que Barbosa negó que en Puerto Rico hubiese prejuicio racial, mientras expulsaba a Tomás Carrión Maduro y a Luis Felipe Dessús, intelectuales puertorriqueños negros, del liderato del Partido Republicano para dar espacio a dos delegados blancos, entonces comprenderemos quien fue “el médico de los pobres a quienes no cobraba por sus servicios”. Claro, siendo socio de varias industrias norteamericanas que expoliaron Puerto Rico y amasando la riqueza que le producían sus tres periódicos que constantemente abogaban por la estadidad, ¿para qué le iba a cobrar a los pobres?

Para los que vivimos en una colonia asediada, vivir de mentiras es veneno sin antídoto. Vale más vivir en la verdad, aunque duela, que vivir en mentiras que complazcan nuestro individualismo.

Revisemos la historia. No pidan los lectores de esa revisión “objetividad”. Este revisionismo hará juicios. Y juicios severos, puesto que una revisión es un juicio en sí mismo. Pero Peter Burke, uno de los más notables historiadores europeos señaló con toda razón: “la historia nunca será objetiva porque está escrita por seres humanos”. Así, que quede claro que la objetividad NO EXISTE, pues nadie tiene la capacidad de ejercerla. Y aunque sea una verdad de Perogrullo, los historiadores son humanos, y los revisionistas lo son más.

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