Por R. RAMOS-PEREA
Una de las más importantes actividades que realiza la prestigiosa y necesaria Sala Puertorriqueña de la Biblioteca José M. Lázaro de la Universidad de Puerto Rico, es la serie de conferencias semestrales sobre asuntos tanto históricos como inmediatos, que atañen a la investigación histórica, literaria y científica de los aspectos más destacados de nuestra cultura puertorriqueña.
Tanto la exdirectora de esa sala, la siempre admirada Marisa Ordóñez, como el actual director, el generoso y distinguido amigo Javier Almeyda, han realizado una labor fundamental y sustantiva en este renglón, colocándose como el más importante espacio de discusión de los temas que tanto interesan a la comunidad intelectual y universitaria. Estas conferencias, abiertas al público en general, cuentan con el apoyo documental de las magníficas colecciones, únicas en el país, tanto impresas como digitales, de los fondos de investigación cultural más necesarios para nuestra continua afirmación.
La más reciente conferencia que se llevó a cabo en la Sala Puertorriqueña, organizada por Almeyda, fue la tutulada “HISTORIA DE LAS LIBRERÍAS EN PUERTO RICO” a cargo del distinguido estudioso, investigador y librero de pura sangre, el amigo Alfredo Torres, fundador y dueño de una de las más exquisitas librerías que hemos disfrutado en los últimos 50 años: la famosa La Tertulia, ubicada al lado norte de la Universidad.
Alfredo Torres comenzó su amena discusión señalando un sinnúmero de importantísimos aspectos que distribuyó en cuatro etapas de la historia de las librerías. La primera, en el siglo XIX, según me agradeció públicamente, fue estimulada por mi libro sobre Alejandro Tapia y la historia de nuestra literatura decimonónica. Torres ofreció novedosos datos sobre lo que fue la formación intelectual a través de las librerías en el Puerto Rico decimonónico. Partió desde nuestra primera librería más importante, La Librería de Francisco Márquez, quien, entre otras cosas, también fue editor y tuvo a su cargo la publicación de la Biblioteca Histórica de Puerto Rico, escrita por Don Alejandro Tapia en 1854. No dejó de mencionar la censura, tanto religiosa como política, ni el hecho de que San Juan tenía en aquel entonces una población altamente analfabeta.
El segundo periodo comprende los años posteriores a la invasión estadounidense, de 1900 a 1940, cuando se relajaron las leyes de imprenta y se consolidó la fundación de bibliotecas municipales. En esta etapa comienza la circulación de libros en inglés y se dan transformaciones en el sistema educativo, donde empiezan a registrarse las apariciones de las primeras librerías americanas.
El tercer periodo incluye de 1940 a 1960, cuando se crean varias instituciones gubernamentales como el Instituto de Cultura Puertorriqueña, DIVEDCO y la Editorial de la Universidad de Puerto Rico. En este tiempo se da la proliferación de bibliotecas públicas en todos los municipios, formando, según Torres, una masa crítica de lectores que dio al país un impulso intelectual sobresaliente.
El cuarto y último periodo que considera Torres abarca de 1960 a 2011, con la transformación urbana, el inicio de la revolución tecnológica y la aparición de los centros comerciales como eje del desarrollo de nuestras librerías. En este punto, Torres realiza una interesante reflexión sobre el impacto negativo de la librería Borders en Plaza Las Américas. A pesar de este panorama tan complejo, dejó una impresión muy favorable y nostálgica sobre el desarrollo de esta gran pasión puertorriqueña.
Los años de estudio sobre este tema que Torres nos regaló, trajeron a nuestra memoria innumerables librerías en las que pasamos largas horas escudriñando anaqueles y buscando tesoros del pensamiento. Muchos de los asistentes a esta conferencia quedamos maravillados por cómo Torres rescata una memoria tan urgente. Yo no pude evitar pensar en mi vieja librería mayagüezana, La Voz de la Patria, con cuyos frutos alimenté todas mis ilusiones de ser escritor.
Es una pena que el futuro no sea tan halagador para el mercado del libro debido a la piratería, la digitalización y la distribución de textos a través de internet, de aquellos que aún poseen derechos de autor. Todos los escritores hemos sido víctimas de este mal. Sin embargo, esta conferencia ilumina, promete y estimula a seguir considerando las librerías como uno de los más nobles espacios de afirmación nacional que aún nos quedan.
Necesitamos que el compañero Alfredo Torres publique este importante libro que está escribiendo sobre este tema, porque estamos seguros de que muchos sitios se pelearán por presentarlo. Lo felicitamos de todo corazón y le agradecemos.
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