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RIQUEZA MÓRBIDA O LA CALENTURA ESTÁ EN LA SÁBANA

José E. Muratti Toro

Por Jose E. Muratti-Toro

Del Consejo Académico


Tom Hartmann es un "comunicador" (ni periodista, ni influencer, más bien politólogo de tendencia liberal) en un reciente artículo en RawStory: 1) radiografía la transformación del gobierno federal en una abierta oligarquía; 2) reseña las tres veces en que esta práctica ha cobrado fuerza y poder en los EEUU, y; 3) prescribe llamar a los billonarios que la capitanean los "mórbidamente ricos" para crear consciencia sobre la insalubre condición de estas personas cuyas fortunas les colocan a la cabeza del gobierno y por encima de la ley, confiando que esta consciencia redunde en su derrocamiento para restituir la democracia.


Los estadounidenses, además de simultáneamente cínicos con relación a la naturaleza humana, resultan ser desconcertantemente ingenuos ante las prescripciones para desmantelar la "mórbida" desigualdad social. Más aún, parecen ser incapaces de asimilar (wrap their heads around the issue) que de la misma forma que no se puede hacer tortilla sin romper huevos, tampoco es posible acercarse a la igualdad de oportunidades implícita en la democracia, sin desahuciar a quienes se le ha permitido amasar fortunas que son imposibles de controlar, regular o remover del poder, ni crear una verdadera igualdad de oportunidades.


Hartmann ingenuamente cree que llamándoles "mórbidos", vinculándolos así a una condición enfermiza tanto en lo personal como en lo social, llevará a los asalariados y desposeídos a derribarles de los andamios del poder.


Los males sociales exigen intervenciones sociales, no invitaciones a derrocar incumbentes reteniendo las condiciones que los convirtieron en incumbentes.


El sistema de mercado de los EEUU, mucho más que en el resto de los países y economías del mundo, privilegia el derecho a las ganancias por sobre cualquier otro derecho individual o colectivo. Mientras desposeídos y acaudalados por igual aspiren a una riqueza personal que le eleve por sobre el resto de la sociedad, incluyendo sus gobiernos que siempre serán de turno, no se podrá legislar ni en los talleres, las calles o los gremios, para establecer unas reglas de juego que apliquen a todos por igual. Por lo tanto, las oligarquías se sucederán, seguidas por gobiernos liberales que patrocinarán suficientes placebos para convencer a la mayoría que se ha encontrado la cura para la "mórbida" desigualdad, mientras ellas esperan pacientemente a que a las masas le pase la calentura y vuelvan a la trampa del ratón que corre dentro de la rueda creyendo que avanza sin llegar a ningún otro lugar que no sea aquel en el que siempre estuvo.

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