Por: José E. Muratti Toro
En días recientes, un amigo tuvo unas "diferencias" con una lectora feminista con relación a un comentario que publicó en su muro de Facebook, en el cual él reclama que la exigencia de incluir mujeres en comités y grupos de trabajo para lograr equidad de género por el mero hecho de ser mujeres, representa una pobre excusa de inclusión si dichas mujeres no cuentan con credenciales que las cualifiquen. El amigo lo expresó con menos... digamos que diplomacia. La dama en cuestión le respondió con correspondiente acritud.
Esta polarización en visiones de mundo, acuciada por la política internacional, en la cual Estados Unidos parece haberse convertido en estandarte, nos ha llevado a mirarnos cada vez con mayor suspicacia o desprecio porque, o no pertenecemos al gremio que se siente (con frecuencia con toda razón) objeto de discrimen (las mujeres, los no blancos, la comunidad LBGTQI+), o porque sentimos que dichos grupos amenazan nuestra identidad, nuestra seguridad, nuestra esencia por el mero hecho de existir.
Por supuesto, a los políticos de todos los matices le conviene. Mientras más nos concentremos en afirmar nuestras sub-identidades, menos protestaremos los atropellos e injusticias independientemente de si somos heteros o no binarios, negros no estadounidenses o mulaticos del Caribe o Medio Oriente, liberales antifa o nacionalistas cristianos ofendidos por todo lo que no se parezca a sus abuelos mono-raciales. Vini, vidi et vinci, se le adjudica a Julio César, y a menos que nos enfrentemos a un Trump o un Ricky Rosselló, a un Bolsonaro o, presumo, a un Ortega, el resto del tiempo andamos por la vida buscándole las inconsistencias a adversarios y correligionarios por igual con tal de sentirnos que somos mejores que el oscuro objeto de nuestro desprecio.
En años recientes, varias jóvenes de mi entorno familiar y de amistades cercanas, han concluido relaciones con sus parejos y tanto sus allegados como los nuestros nos hemos "rebanado los sesos" buscando candidatos que llenen al menos nuestras expectativas que en ocasiones son más estrictas, y en ocasiones, menos, que los de nuestras otras significativas de entre los 20 y los 45 años. Últimamente hemos desistido. No parece haber muchos varones de estas edades con las sensibilidades, buenos modales, intereses más allá del jangueo, los carros y los deportes, que puedan ser amigos y acompañantes a actividades familiares, espectáculos que no sean de música urbana, a teatros, cines o conciertos desde el Tito Puente o Ventana al Mar, a algunas de las salas de espectáculos de la isla. La lapidaria frase "mejor sola que mal acompañada" resulta cada vez la reacción más frecuente al más reciente desengaño.
Un reciente artículo del nada romántico The Economist revela que no es un fenómeno criollo. Tras visitar 20 países y encuestar cientos de jóvenes, al parecer cada vez menos mujeres jóvenes encuentran menos hombres educados, con una visión, aunque sea un poco "liberal" de la vida, con los cuales relacionarse. Los varones aparentan seguir enfocados en las actividades que requieren y provocan ríos de testosterona y, al parecer, no logran cultivar el arte de relacionarse con damas que, aunque encuentren atractivo un hombre viril, sencillamente no están dispuestas a dedicar gran parte de su tiempo de ocio en actividades que entretienen y gratifican los instintos... digamos que más primitivos de nuestro género. Aunque con frecuencia vemos audiencias con numerosas mujeres en espectáculos de boxeo, lucha libre, las varias versiones de balompié y otros deportes, las jóvenes pueden compartamentalizar sus gustos y preferencias, y no les resulta incongruente ver un juego de baloncesto y una obra de teatro musical, una película de acción o una lacrimosa tipo The Notebook, un jangueo sábado en la noche con música estruendosa y una tarde tranquila leyendo y conversando en el balcón o un banquito frente al mar.
El relevo generacional parece continuar peligrosamente reduciéndose, no solo en la cantidad de nacimientos vivos y su potencial de convertirse en médicxs, maestrxs y cuidadorxs de jubilados, sino de convertirse en potenciales compañerxs de vida. Confieso que no sabría por dónde empezar. A medida que más mujeres se involucran en la educación formal y equitativa de las niñas y jóvenes, no veo que los hombres estemos haciendo lo propio con nuestros jóvenes varones. Cuando escuchamos por casualidad conversaciones entre varones desde edad escolar hasta jóvenes adultos con chicas de su misma edad, al menos yo me sobrecojo ante la falta de educación de esa que se enseñaba antes en los hogares pobres. Dicho sea de paso, no se trata de valores burgueses, mi madre era costurera y nuestras amistades eran de clase trabajadora. El lenguaje soez, los comentarios fuera de tono, pues la falta de imaginación tiende a convertir los chistes que pretenden ser graciosos en groserías, la forma de tratar y referirse al sexo opuesto, parecen revelar lo que tantos psicólogos están advirtiendo: lo varones adolescentes están aprendiendo sobre el sexo con el porno, que no es la más sutil de las expresiones entre géneros.
Francamente no sé qué podemos hacer como sociedad. Los de mi generación sé que cerramos la puerta al diálogo cuando nos escandalizamos por estas formas de expresarse y comportarse de tantos jóvenes varones, y les creamos más rebeldía a las chicas que quisieran comprobar que nuestros prejuicios son infundados y que con ellas, en mesiánico rapto... el trato va a ser diferente... lo cual rara vez sucede.
Invitar a los varones que me leen a conversar más con sus otros significativos en edad formativa es lo único que se me ocurre. Trato de hacer lo propio con mis nietos adolescentes quienes, como todos los adolescentes, escuchan lo que digo con varios gramos de sal o de suspicacia. Afortunadamente sus padres y otros abuelos refuerzan mis insistencias.
La audiencia más receptiva suele ser las chicas. No a pocas cajeras, dependientes, estudiantes, amigas de mis amistades, les aconsejo que no se dejen controlar, manipular, coartar por los varones que solemos rebajar a quienes nos hacen sentir amenazados en vez de elevarnos para estar al mismo nivel. Las chicas suelen ser más receptivas a estos "consejos" porque muchas, sino la mayoría, lleva años, sino décadas, siendo objeto de cosificación, coacciones y abuso emocional.
En días recientes, circuló por las redes una serie de entrevistas a chicas y chicos en España en las que se le preguntaba a ambos grupos qué sería de sus vidas si desaparecieran los hombres / las mujeres. Todos los varones respondieron con diversas variaciones de desolación. Todas las chicas respondieron con múltiples variaciones de alivio.
Ojalá y más varones aprendamos que, como dice un refrán africano, "si algún día faltaran las mujeres, el cielo se desplomaría".
El artículo presenta una reflexión profunda sobre las dinámicas de género y las expectativas sociales que afectan tanto a hombres como a mujeres en la sociedad contemporánea. La discusión sobre la inclusión de mujeres en comités y grupos de trabajo destaca la tensión entre la diversidad de género y la competencia basada en méritos. La respuesta acalorada a un comentario en Facebook ilustra cómo estos temas pueden polarizar y provocar debates intensos. El autor expresa preocupación por la educación y el desarrollo de los jóvenes varones, señalando la influencia negativa de la pornografía y la falta de modelos a seguir positivos. La llamada a la acción para mejorar la comunicación y la educación entre generaciones es un punto crucial para…