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𝐑𝐞𝐬𝐞𝐧̃𝐚.: 𝐸𝑙 𝑡𝑖𝑟𝑜 𝑝𝑜𝑟 𝑙𝑎 𝑐𝑢𝑙𝑎𝑡𝑎, 𝐝𝐞 𝐑𝐨𝐛𝐞𝐫𝐭o 𝐀𝐥𝐞𝐱𝐚𝐧𝐝𝐞𝐫 𝐏𝐞́𝐫𝐞𝐳o la comedia no es un chiste.

Por Roberto Ramos-Perea.


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En la insistencia de reconocer la importancia del texto dramático en la formación cultural y social de cualquier nación, está implícito el sagrado deber de dar a conocer las obras de los dramaturgos que llenan los teatros con sus propuestas escénicas. Estas son la voz directa de pe

nsadores públicos autorizados a interpretar nuestra realidad como un suplemento necesario y urgente a la desinformación que nos provocan las religiones, los gobiernos y los medios de la prensa comprados por partidos políticos.Los dramaturgos somos, por cantidad de público receptor, los escritores más expuestos al criterio y a la opinión. Y esto es sencillo de probar, puesto que en nuestro país los asistentes a una obra de teatro superan por miles a los lectores de cualquier otro género (y tal vez de algún medio periodístico). Con esto en mente, leo los textos de mis colegas dramaturgos a los que no puedo ir a ver por razones mismas del trabajo teatral.


Le pido a mi colega Roberto Alexander Pérez que me haga llegar su comedia 𝐸𝑙 𝑡𝑖𝑟𝑜 𝑝𝑜𝑟 𝑙𝑎 𝑐𝑢𝑙𝑎𝑡𝑎, que recientemente estrenó con ruidoso éxito en el Festival de Teatro Gay del CBA, y la he leído con inmenso placer y carcajadas.Me regocijo no solo con su chispeante expresión de la cotidianidad puertorriqueña en el “distinguido Hotel Boutique”, donde se desarrolla, sino también con su construcción de personajes, sumamente sólida, consistente e imaginativa. Su protagonista, doña Chón, entra en contacto con un caudal de personajes cubanos, argentinos y puertorriqueños que propician una serie de equívocos, entre los que se destaca la confusión de identidades, las críticas de género, la homofobia, serias y agudas críticas a nuestro sistema y, sobre todo, una visión social de un Puerto Rico en caos que, si no nos mueve a las lágrimas, nos mueve a las carcajadas. Roberto Alexander Pérez, a través de su comedia, hace un intenso viaje por nuestra soledad, prejuicios, insuficiencias y nuestra muy jodida violencia emocional.


Este dramaturgo nuestro ha tenido excelentes maestros como Hugo Salcedo y Mauricio Kartún, que son de lo más excelso de Latinoamérica. Es un dramaturgo publicado, estrenado con éxito, pero muy poco reconocido en su patria. Y esto porque la comedia en Puerto Rico ha normalizado su comercio al punto de que cada vez que se presenta una, en lo único que se piensa es en cuánto dinero va a generar y no en los méritos que tiene como comedia misma. Y agrava, cuando se le llama “comedia” al primer embeleco chistoso que se presenta en un escenario. Nuestro masivo público teatral tiene que aprender que la comedia no es un chiste.La comedia es agresión, es un pre-juicio que obliga a la reflexión ética.


En nuestro teatro nacional mucha gente va al teatro “porque mucha gente va al teatro a reírse”, sin pensar que en toda risa siempre hay un ataque. Esa es la misión de las grandes comedias de la historia. Las comedias puertorriqueñas escritas con esta misión revolucionaria no deben celebrarse por la cantidad de aplausos, o por el dinero que hacen, o por los malditos "likes" de FB, sino por cómo estas, con su inteligente construcción de situaciones, obligan a pensar las circunstancias de nuestras vidas.


𝐸𝑙 𝑡𝑖𝑟𝑜 𝑝𝑜𝑟 𝑙𝑎 𝑐𝑢𝑙𝑎𝑡𝑎 de Roberto Alexander Pérez, dramaturgo puertorriqueño, tiene ese poder pues no es “un producto teatral” más. Tampoco debe encajonarse como “teatro gay”, que es el cajón prejuicioso donde mueren muchas excelentes obras dramáticas. Es una visión cáustica de los comportamientos sociales puertorriqueños, pues nos habla de resentimientos, de morales torcidas, de prejuicios rancios, espejos en los que todos nos miramos.


Y como suplemento de esto puedo citar a otro gran dramaturgo que es Juan González-Bonilla, quien lleva años estrenando comedias populares a la par de sus dramas, pero, lamentablemente, se ha medido su éxito, no por la calidad de su dramaturgia, sino por la cantidad de gente que va a verle. Esto es un error que se ha normalizado. Otro ejemplo sobresaliente es la dramaturgia de Alexis Sebastián Méndez, de quien tuve el honor de publicar su pieza “Sexo, suero y sangre”, que es una de las mejores comedias que se haya escrito recientemente en Puerto Rico. Méndez, como muy pocos, ha expuesto las inconsistencias típicas de nuestro carácter para, con sus comedias, hacer una aguda y precisa autopsia de quiénes somos como pueblo y los arquetipos con que nos identificamos. Su obra, aun la que ha escrito como extensiones de comedias de la TV, es excepcionalmente aleccionadora.Escribir comedias que agredan como la comedia agrede desde tiempos antiguos, no es tarea fácil. Lo digo porque la he intentado, a veces con éxito y otras con rotundos fracasos. Se necesita conocer y observar mucho de nuestra realidad y poder derivar de ella un planteamiento sustancial que quede en la conciencia de quien de ella se ríe. Y en esto, prejuzgar si es comedia "de pueblo", comedia "de situación TV" o “comedia gay” es reducir su importancia a una claque, y así no sirve a nadie.


Como sé que eventualmente el colega va a publicar esta obra, me adelanto a felicitarlo por su ingeniosa dramaturgia, por su penetrante visión de lo que es el Puerto Rico contemporáneo y por las formas tan excelentes y diestras de expresar nuestras profundas contradicciones, nuestros prejuicios y nuestras más oscuras bajezas de manera cínica, agresiva, divertida y, podría decir, hasta generosa.

 
 
 

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