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𝐑𝐞𝐬𝐞𝐧̃𝐚: 𝐌𝐀𝐑𝐈́𝐀 𝐃𝐄𝐋 𝐑𝐎𝐒𝐀𝐑𝐈𝐎 𝐘 𝐒𝐔𝐒 𝐇𝐄𝐑𝐌𝐀𝐍𝐀𝐒

𝐝𝐞 𝐂𝐚𝐫𝐥𝐨𝐬 𝐂𝐚𝐧𝐚𝐥𝐞𝐬. 𝐓𝐞𝐚𝐭𝐫𝐨 𝐀𝐦𝐞́𝐫𝐢𝐜𝐚, 𝐕𝐞𝐠𝐚 𝐁𝐚𝐣𝐚

Por Roberto Ramos-Perea

“Los lunes me levanto temprano”… con esta sencilla frase comienza una obra que fue pilar fundamental en el movimiento de la Nueva Dramaturgia Puertorriqueña que iniciamos Abniel Marat, Teresa Marichal, Carlos Canales, Aleyda Morales, Zora Moreno, Moncho Conde, Mima Maldonado, y al que se unieron Antonio García del Toro, Papo Márquez, Ángel Amaro Sánchez, José Luis Ramos Escobar... y muchísimos otros dramaturgos puertorriqueños que, a principios de la década de los 80, tiramos la raya de un antes y un después de lo que hasta ese momento se conocía como el teatro nacional puertorriqueño.

Hace unos días fui a ver al Teatro América - Oficial de Vega Baja la obra María del Rosario y sus hermanas, de mi colega y hermano Carlos Canales, dirigida por ese excelente teatrero, director y productor que es David Muñoz.

De entrada, la obra me pareció un solidario homenaje a toda aquella generación de la Nueva Dramaturgia -de la que aún hay que escribir su historia- que, como característica fundamental, tenía el haber enfrentado la realidad social puertorriqueña, al haber puesto en escena los absurdos, las desigualdades sociales y la historia política de la nación.

Canales, haciendo uso de su biografía, nos presenta el martirio de Maria del Rosario: el calvario de su señora madre —a quien yo conocí— por los pabellones psiquiátricos y por su comunidad de Carolina, en la que desarrolló una imaginativa demencia senil que inspiró a su hijo a dejar para la historia el enternecedor relato de su delirio.

María del Rosario, impregnada de frases populares y de símbolos contemporáneos, se enmarca en la estructura clásica del martirio cristiano, donde la religión consolida todas las aspiraciones de bondad y justicia a las que el personaje central aspira.

Hoy recuerdo con gran cariño el haber sido el primer editor de esta importantísima pieza teatral, además de haber leído las varias versiones y haber visto los muchos montajes que ha tenido a lo largo de su vida escénica. Esta última versión es particularmente sorprendente, porque lo que en un principio fue un monólogo, la maestría dramatúrgica de Canales lo ha transformado en un coro que amplía todos los significantes, ahondando en sus significados.

"María del Rosario" toca todos los temas sociales puertorriqueños: las desigualdades de la mujer, los delirios religiosos cristianos, el abuso de los hospitales psiquiátricos, la falta de solidaridad humana y hasta las críticas severas —pero justas— a nuestro sistema de salud. Podría pensarse, por un momento, que todas las denuncias que hace María del Rosario sean parte de su patetismo demencial. El secreto de la obra es que no lo es. Es un grito de rebelión. Es un graznido doloroso del alma puertorriqueña. Esos delirios, con todas sus contradicciones, agravios y hasta sus chistes y ocurrencias, son símbolos de nuestra eterna ambigüedad. ¡Gran obra nuestra, esta!

La presencia de los enfermeros del psiquiátrico y las maravillosas luces diseñadas por Alberto Rivera Quiñones dan a este espectáculo, magistralmente concebido por David Muñoz, la tesitura de una poderosa tragedia griega. Brilla la actuación de Aiselin Acevedo Serrano como María del Rosario, secundada por una docena de actrices, de las que destaca, con iluminado dominio escénico, Marla Enid Acevedo.

David Muñoz es un excelente director: conoce su material, es imaginativo, culto y asertivo en sus imágenes. Su montaje conmueve y, en ocasiones, estruja el alma. Ha dado a este clásico de la Nueva Dramaturgia una nueva vida, una nueva voz.

 Como siempre hemos dicho, Carlos Canales es una columna potente e indestructible de lo que la Nueva Dramaturgia Puertorriqueña levantó en la década de los 80 y 90. Y lo mejor es que aún lo sigue haciendo. "María del Rosario y sus hermanas" es un montaje para la historia.


 
 
 

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