𝑬𝒍 𝒄𝒊𝒓𝒄𝒐 𝒆𝒕𝒆𝒓𝒏𝒐 𝒅𝒆 𝒍𝒂 𝒗𝒊𝒅𝒂 𝒆𝒏 “¡𝑬𝒔𝒕𝒆 𝒄𝒊𝒓𝒄𝒐!”
- Alexis Sebastián Méndez
- 13 jun
- 4 Min. de lectura
Por Alexis Sebastián Méndez
Dramaturgo Puertorriqueño
El absurdo, en términos simples, es la falta de sentido. Esto es un concepto poderoso, ya que tiene funcionalidad dentro del humor (que funciona por el choque entre lo anticipado y lo inesperado) y la filosofía, donde el ejercicio por buscar significado a la existencia resulta frustrante cuando concluimos que todo es absurdo -o que carece de sentido.
En la comedia, encontramos este conflicto entre personajes y sus acciones; frases con una conclusión inadvertida, y situaciones que –aquí ser redundante nos ayuda a entender el punto– son absurdas. Todo esto suelen ser elementos dentro de la comedia teatral.
El teatro del absurdo lo eleva en jerarquía: La obra es absurda. Quiere decir, el argumento, el ambiente, los diálogos, todo carece de sentido (o aparenta carecer). Esto suele resultar abrumador para el espectador, que no tiene tierra firme de la cual sostenerse durante la obra. Dicho esto, el teatro del absurdo es arriesgado: Lo adoras por ingenioso, o lo detestas por desesperante.
Nuestro Miguel Méndez Ballester (nunca pierdo la oportunidad de mencionar que es de mis humoristas preferidos en la historia de nuestra isla) jugó con el teatro del absurdo en varias de sus obras, una de las cuales fue “El circo”, estrenada en 1979, con la esperada reacción polarizada al que nos invita este teatro.
Para mi sorpresa, no encontré esta polarización en “¡Este circo!”, la adaptación por el insigne Roberto Ramos Perea. Comparto esta conclusión por la reacción que atestigüe del público en la función del pasado domingo 8 de junio de 2025, y más aún en el entusiasmo de algunas personalidades legendarias del teatro que me acompañaban, quienes antes de comenzar me confesaron su escepticismo, debido a que estaban familiarizados con el teatro del absurdo.
Claro, las expectativas ayudan, así que es importante que el público anticipe que no se trata de una obra convencional, sino un continuo jugueteo con el lenguaje, las reacciones, la estructura, la realidad, las palabras, las ideas y todo lo que compone la experiencia teatral.
La pieza abre en un basurero, reforzado por una colorida carpa de circo. Aquí comienzan los aciertos, pues ya comenzamos con un contraste que carece de sentido (¿circo en el basurero?). De aquí conocemos a nuestros dos "héroes", que enfrentan desde problemas con la ley, revoluciones políticas y hasta invasiones extraterrestres.
Siempre es complicado halagar al elenco, pues si destacas a algunos, parece que menosprecias a otros, lo cual es inmerecido pues todos están en altura. Así que interpreten esto como consecuencia de la limitación de espacio. Melissa Reyes capta los sentidos cada vez que aparece como “El mayordomo” (acertado título de autoridad para alguien que realmente sigue órdenes). Israel Solla y Astrid Ayala merecen nuestra admiración completa, pues a pesar de que están siempre en escena, jamás permiten que descienda el nivel de energía en sus parlamentos y movimientos.
Desde mi punto de vista, imaginarán que mi mayor atención es a la dramaturgia. Pocos días antes de la función, leí la obra de Méndez Ballester, por lo que pude reconocer y admirar los ajustes tan acertados y necesarios de Ramos Perea. Debemos señalar que estos no son ejercicios de corrección al autor original (¿quién se atrevería a eso?), sino una realidad importante en la comedia –sobre todo en las de toque satírico– que es el reconocimiento de la referencia. Hay una serie de fenómenos culturales, políticos y sociales que debían renovarse para el público, considerando que han transcurrido sobre cuatro décadas.
Más que la dirección vibrante o la adaptación bien pensada, mi mayor admiración a Ramos Perea va hacia su arrojo: Escoger el teatro del absurdo (cuyos retos de aceptación ya expliqué) como oferta, en su empeño constante por mantener viva nuestra historia dramatúrgica, como es el caso con la obra de Manuel Méndez Ballester.
Algunos incomprendidos subestiman el montaje de estas obras, y ven la historia como “vivir en el pasado”. Este pensamiento peca de terrible mediocridad. Claro que vivimos el presente, y que debemos mirar al futuro: y las herramientas que tenemos para ello son nuestras vivencias, nuestros aprendizajes, nuestras experiencias pasadas. En otras palabras: Nuestra historia.
Lo cual hace “¡Este circo!” mucho más relevante, pues nos encontramos en momentos en que la humanidad parece olvidar (o ignorar) sus terribles errores del pasado. Ramos Perea habrá tenido que ajustar algunas palabras o referencias usadas por Méndez Ballester, pero sus personajes siguen siendo vitales: Personas sin lealtad a las causas, oportunistas que buscan aprovecharse de las desgracias, alcahuetes que no piensan y solo sirven para seguir instrucciones, falsos idealistas que solo aspiran poder, esclavos de las burocracias impuestas, pobres sin esperanza de cambio.
Así que, después de todo, un circo en un basurero no es tan absurdo.
“¡Este circo!” (presentada por el Instituto Alejandro Tapia y Rivera, como parte del Festival de Teatro Puertorriqueño del Instituto de Cultura de Puerto Rico) continúa en el Teatro Arriví este fin de semana (13 al 15 de junio), con funciones viernes y sábado (8PM) y domingo (4PM). La entrada es gratis (las razones se le explicarán allí).
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