𝐑𝐞𝐬𝐞𝐧̃𝐚: 𝐇𝐈𝐒𝐓𝐎𝐑𝐈𝐀 𝐃𝐄 𝐇𝐎𝐑𝐑𝐎𝐑 𝐝𝐞 𝐉𝐨𝐚𝐪𝐮𝐢́𝐧 𝐎𝐜𝐭𝐚𝐯𝐢𝐨. 𝐓𝐞𝐚𝐭𝐫𝐨 𝐀𝐫𝐫𝐢𝐯𝐢́.
- Roberto Ramos Perea
- 28 abr
- 3 Min. de lectura
𝐏𝐨𝐫 𝐑. 𝐑𝐚𝐦𝐨𝐬-𝐏𝐞𝐫𝐞𝐚
Invitados por el destacado dramaturgo puertorriqueño Joaquín Octavio, asistimos con gran interés a su estreno de "Historia de horror casi en blanco y negro", segundo ofrecimiento del presente Festival de Teatro Puertorriqueño del ICP. Nos interesa mucho su teatro que él llama “del absurdo”, pues este teatro siempre ha gozado de nuestra acuciosa atención (hicimos muchos de nuestros requisitos universitarios en este tema).
El teatro del absurdo en Puerto Rico no es una experiencia nueva, ni fue realmente transformadora en el tránsito de nuestro realismo poético hacia el actual posmodernismo neorromántico. Las primeras fuentes del teatro del absurdo puertorriqueño surgieron como reacciones inmediatas al estreno de “La cantante calva” de Eugene Ionesco en 1950, “Esperando a Godot” de Samuel Beckett en 1953 y “The Zoo Story” de Edward Albee en 1959, cuando dramaturgos puertorriqueños como Antonio Ramírez Córdova y Myrna Casas iniciaron su trayectoria en este género, aun desconociendo la significativa implicación política que ello conllevaba.
Adelantamos que el teatro del absurdo posee serias implicaciones sociopolíticas, enfatizando las ausencias de comunicación y las relaciones humanas fracturadas ante el resquebrajamiento del frágil y poroso poder tras la Segunda Guerra Mundial. Debemos eliminar la noción errónea de que el absurdo es un teatro incomprensible cuyo propósito único es provocar risa mediante equívocos y aparentes contradicciones. Como señalaba el notable dramaturgo “del absurdo” Albert Camus, “Lo absurdo nace de la confrontación entre la búsqueda humana de sentido y el silencio irracional del mundo”. El absurdo no tiene que ver esencialmente con la comedia, aunque así haya sido interpretado.
Una de las muchas obras puertorriqueñas del absurdo desarrollada con plena conciencia de su significado social y político fue “Coctel de don Nadie” de Francisco Arriví (1965), la cual colocó la perspectiva asertiva de este teatro en nuestros escenarios. Sin obviar la contribución previa de Ramírez Córdova y Casas, es Francisco Arriví quien la explica con mayor profundidad nacionalista, tema que heredará su colega Manuel Méndez Ballester en su magna obra cumbre del absurdo con la que se cierra este ciclo de teatro en el país, “El Circo” (1979).
Posterior a estos grandes logros, nuevas generaciones asumieron erróneamente que el teatro del absurdo debía limitarse a situaciones cómicas, oximorónicas, equívocos y contradicciones anecdóticas, sin penetrar en su profundidad filosófica.
En el caso de la presente obra, nos encontramos con una pieza escrita por Joaquín Octavio hace 20 años, que evidentemente pertenece a su juventud dramatúrgica y cuyo propósito, inferimos por la presente versión, era el entretenimiento y la diversión. El montaje actual, más elaborado y complejo visual y performáticamente (y realizado con mucho mayores recursos que lo que debió haber tenido su estreno entonces), mejora la proyección de esta juvenil obra, pero comparando ésta con otro trabajo de Octavio, como lo es “La nariz” (excelentemente representada en este mismo teatro), la nueva versión de "Historia de horror" no es, y lo lamentamos, un significativo adelanto en su trayectoria dramática.
La intención paródica de Octavio hace énfasis en el cine noir norteamericano, el musical y el cine mudo, (parodias que la dramaturgia del absurdista puertorriqueño Abelardo Ceide ya había realizado con estruendoso éxito en La Tea y La Tierruca, en los años 70`s). En “Historia de Horror” destacamos como un gran valor la actuación de un grupo de actores muy entrenados y capacitados que aportan interesantes propuestas visuales. El efecto cómico reside más en las acciones cómicas del actor que en el significado profundo de la escena, algo que a veces sentimos débil, pues opaca su propuesta anecdótica desde el inicio.
El detective clásico interpretado por el José Eugenio Hernández, y el dramaturgo Freddy Acevedo como el Médico, realizaron un brillante trabajo actoral, así como la conocida actriz Lourdes Quiñones como la señora Matagatos.
En cualquier caso, nos complace reconocer en Joaquín Octavio a un buen heredero del teatro del absurdo, y lo invitamos a profundizar en las manifestaciones importantes del teatro absurdo puertorriqueño, como la obra “El Circo” de Manuel Méndez Ballester, que se presentará próximamente en junio por la Compañía Nacional de Teatro en este misma sala, así como otras obras esenciales como “El Milagro”, “El Mono con la lata en el rabo”, y “Los cocorocos” de Méndez Ballester, “La casa sin reloj” y “El Apartamiento” de René Marqués, y el teatro de Casas y Ramírez Córdova, Luis Torres Nadal, Jaime Carrero, Roberto Rodríguez Suárez, Abelardo Ceide, Jacobo Morales, así como los últimos trabajos de Pedrito Santaliz y Luis Rechani Agrait. Si esta es su corriente, estos son sus ancestros que es imperioso conocer. Algo bueno siempre se aprende de ellos.
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