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EL REGUETONERO

Reseña: de Carlos Canales. Teatro América, Vega Baja.

por R. Ramos-Perea


Siempre he sostenido que el dramaturgo puertorriqueño Carlos Canales es una de las más fuertes columnas del movimiento generacional que denominamos Nueva Dramaturgia Puertorriqueña. Este movimiento literario dramático se manifestó con intenso dinamismo y descalabrada fuerza desde 1968 al año 2000 (y continúa) e incluye sin proponérselo a dos generaciones de autores dramáticos que vivenciaron en sus obras la época más intensa, conflictiva y revolucionaria de toda la historia del teatro nacional puertorriqueño.


Se ha hablado mucho de la importancia del “Teatro de la Resistencia” que encabezó el maestro Francisco Arriví junto a Manuel Méndez Ballester posterior a la década del 30 y cómo aquel teatro “resistió”, por así decirlo, el momento más crítico de nuestro exacerbado colonialismo. Heredero de esa época lo fue sin duda René Marqués con un teatro, si bien poético y maravillosamente escrito, no menos clasista y algo dócil.


No habido otras generaciones que mejor respondieran a la realidad social, política y colonial puertorriqueña que esta de abuelos y nietos. Los llamados “padres” generacionales de la Nueva Dramaturgia no sobrevivieron su noche triste.


Canales siempre fue un maestro del cinismo. Sus obras desnudan la cruda realidad de los barrios torturados por la droga, por el sexo, por la irresponsabilidad social y por ciertas formas de conducta torcida que se extendieron desde los años 60 hasta el presente con toda impunidad. Prueba de ello es la más reciente obra dramática de Canales publicada por el Instituto Alejandro Tapia y Rivera, NUESTRO BARRIO. Si bien Carlos Canales ha sido un verdadero maestro en sus dramas extensos donde explora los demonios interiores de nuestro pueblo como en su magna obra MARGIE, también ha tratado otras estructuras más breves y menos intensas.


Esta pieza no pasa de 40 minutos. Canales se ha dejado seducir por la brevedad y aunque esto ni es bueno ni malo, en esta época dramatúrgica se requieren grandes talentos para no sucumbir a ser mero significante sin significado. Pero este dramaturgo carolinense es gallo jugado. Aunque su trama no exige análisis profundo, sí de interpretación concisa: Un viejo reguetonero -algo canoso ya- se sienta hablar con el público narrando sus primeros encuentros con la llamada “realidad de la calle”. Narra su primera incursión en el mundo de las drogas, su traumática relación sexual con una “yal” qué le toca el corazón, la pérdida de sentido de su vida... y es aquí donde el cinismo estalla, pues nuestro personaje “se entrega” ¡a la religión! Y el final que no contamos es la cereza del mantecado que nos saca finalmente nuestra sardónica sonrisa de agradecimiento. Sorpresiva jugada para un excelente y procaz texto breve.


La actuación del puertorriqueño residente en Nueva York, el director del laureado Teatro Teba, Héctor Luis Rivera, -actor de grandes talentos, experiencias y premios-, es honesta, simpática y amena. Nos atrapa nuestra empatía desde su entrada y la continúa aún después de terminar, con los comentarios vivaces con el público. Gran actor que quisiéramos seguir viendo.


Canales dirigió su propia pieza con el naturalismo y la “callejería” necesarios para no ofender sensibilidades cristalinas, sin ser puritano, sino muy audaz, como lo fue siempre todo lo que produjo esa generación maravillosa y necesaria que se llamó la NUEVA DRAMATURGIA PUERTORRIQUEÑA.


*** “El Reguetonero” de Carlos Canales sigue hoy en el Teatro América de Vega Baja, a las 7:30 de la noche.

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