Por. José E. Muratti Toro
No puedo sino sorprenderme ante el simplista y poco articulado llamado a defender el ideal de la estadidad que se está difundiendo en la convención del PNP y su campaña para el 5 de noviembre. Habría tantos argumentos de peso (desde su punto de vista y, en algunos casos, objetivamente hablando) a favor de su ideal, pero no se recurre a ninguno.
La efectividad de la agenda que combina la ilusión de un futuro asegurado por la anexión, con el temor a un futuro sin beneficios federales (gran parte de los cuales provienen de nuestras aportaciones y compras de productos manufacturados o mercadeados por el norte), por exiguos que sean, no les exige rigurosidad, ni dominio de la palabra, ni la pasión con que los políticos del pasado enardecían sus huestes (piénsese en Romero, por ejemplo).
No, hoy día repetir las promesas incumplidas, los referentes a justicia salarial para algunos servidores públicos, y el secreto a voces de los empleados, contratados y allegados, beneficiados con celulares, electrodomésticos y otras trincallas, es suficiente para poner a bailar la multitud, repetir sus eslogans blandos y maleados como habichuelas descompuestas, o vulgares y degradantes como grafiti en baño público, y apuntarse para el robo de las elecciones que juran y perjuran es la mayor bendición de nuestro (a la vez diz que rechazado) coloniaje.
Hoy día, ser PNP es renunciar a la honestidad que esgrimieron sus antecesores cuando combatían, aunque fuera verbalmente, la corrupción que desde hace ya más de dos décadas, define a dicho partido.
Hoy día no es posible decir con honestidad que el PNP lucha por la estadidad. Hoy día vemos a diario cuán ignorantes, ineptos y abiertamente totalitarios son la mayoría de sus líderes, y cuán incapaces han sido de definir ese estatus para nosotros y para el Congreso que tendría la última palabra.
Hoy día podemos contabilizar los arrestos y convicciones por los federales de sus políticos y contratistas. Hoy día vemos a diario la desfachatez con que se reparten el bizcocho y conspiran burdamente para ocupar secretarías y la gobernación sin ser electos.
El PNP, como el Partido Republicano (GOP) en los EEUU, encarna todo lo opuesto a lo que reclama como partido, como defensor de la Constitución, como ente de legítimas cualidades para administrar el estado y servir a sus constituyentes.
El PNP y el GOP son partidos dirigidos por acaudalados corruptos, apoyados por una masa trabajadora y gerencial ingenua u oportunistamente comprometida con su permanencia en el poder, esperanzados con que le toquen unas migajas de lo que se reparten sus dirigentes.
Y es importante señalar que ser estadoísta y ser PNP son dos cosas distintas. Por eso decenas de miles de "estadistas" honestos, decepcionados y asqueados por las conductas de sus líderes han abandonado el partido. Por eso el gobernador Pierluisi ganó las elecciones pasadas (no sabemos si con el favor de decenas de miles de fallecidos) con solo el 32% de los votos. O sea, 68% de los que votamos en el 2020 escogimos otra opción que no fuera el PNP y/o su versión de la estadidad.
No deja de sorprenderme, aunque para nadie sea sorpresa que, a pesar de que se haya descubierto por traiciones internas, que Rivera Schatz y Jennifer González trataron de apropiarse la gobernación tras la destitución de Ricardo Rosselló, tanta gente bailara con Jennifer frente a la tarima del "bellakeo", y no rechazaran la vulgar y degradante pancarta de Rivera Schatz contra BB.
El PNP, como el GOP, representa la peor versión de ambos pueblos. Agrupa los peores elementos de nuestra sociedad posmoderna y los legitima con la bendición del santo sufragio, sin importar que ni es democráticamente representativo y, definitivamente, nada tiene de santo.
Cualquier puertorriqueño que se respete y que ame a su tierra, aunque sea a favor de continuar nuestro degradante estatus colonial, necesita militarle en contra al PNP. Hasta el PPD y el Proyecto Dignidad son mejores opciones.
Pero, sobre todo, la Alianza MVC-PIP es un paso en la dirección correcta de combatir la corrupción y comenzar a negociar con los EEUU el proceso de descolonización, incluso lo que sería a la contradictoria opción de la estadidad, la independencia o la república asociada.
La bola está en la cancha de los electores. Aquellos cuyas habichuelas no están comprometidas con el partido actual de gobierno, necesitan dar un paso hacia elegir a quienes ponen el país por encima de sus privilegios personales, y asegurarse de que solo se cuenten los votos emitidos por electores vivos y bona fide. De lo contrario estaríamos entregándole, nuevamente, el país a lo peor de nosotros, por mucho que se nos parezcan, por mucho que sean allegados a nosotros.
Si verdaderamente amamos a nuestros hijos, nietos y otros significativos en nuestras vidas, rescatémonos el 5 de noviembre. De lo contrario, nos condenamos a más robo, más devastación de los más vulnerables, y más nos condenaremos a lo que no queremos bajo nuestro propio techo.
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