Por R. RAMOS-PEREA
De José Colombo hay muy poco en el legajo judicial de donde salen los datos de “1843-POR MARICXON”, pero el imaginario es cosa peligrosa.
De lo poco, por más poco sale un mundo. Era un chavalito de Triana cuando su madre lo abandonó. Triana, barrio de bandoleros y gitanos de la Sevilla antigua. Creció sin saber lo que era la música, y aprendió a leer con los pícaros de la calle. A la edad de la milicia, el Regimiento de Iberia fue la barca que lo trajo a San Juan y aquí lo soltó en el año 1839, cuando tenía 23 años, ya curtío de la vida gitana y con ganas de ver mundo. Llegó enamorado de la poesía y la encontró en los ojos de un mulato criollo de ojos brujos: “esos misterios del África”… Francisco Sabat se llamaba aquel mulato sastre que componía versos, diestro con la aguja, pero que tenía fama de maricóxn entre las apestosas vecindades de las putas de la Calle San Justo y Luna.
Y así comienza esta historia con el José Colombo que he puesto en manos del actor ISRAEL SOLLA, una de las columnas más sólidas de esta nueva generación de actores serios y estudiosos. Llegó a mi salón de clases detrás de un amor y salió ganando un vicio. El vicio de sentir solo aquello que se puede actuar intensamente. He criado su carrera como se cría un niño bueno, sin grandes preocupaciones, pero con inmensas esperanzas. Por su trabajo como actor han pasado personajes complejos, como el Leonardo de BODAS DE SANGRE, los protagonistas de los dramas de ARRIVÍ, y el que hasta ahora es su mayor logro, encarnar a Rodríguez Suarez en AVE SIN RUMBO, la obra sobre la vida de Sylvia Rexach. Como “galán” principal de la Compañía Nacional de Teatro, vivifica un Colombo de ensueño.
En una escena se detiene a escuchar a una niña tocando al piano el más sensual nocturno de Chopin, allí en la casa de las Benítez, las tías de Gautier, la casa de los Balcones al lado del Parque de las Palomas. Imagino al joven militar guarroso, en medio de la calle, con sus ojos cerrados, disfrutando el orgasmo de aquella música celestial. Al Sabat acercársele, de tan envuelto y conmovido que estaba con aquella música de ángeles, le besa la mano a otro hombre. Y ahí empieza su calvario o su redención. Solla interpreta esa escena con la inocencia de la maravilla. Su escena con Joaquín Jarque es destellante. Y ese acento gitano nos mantiene en vilo hasta el final, donde al pie de la muerte le dice a su amado que quiere verlo orgulloso, “partiendo en dos la fealdad del mundo”.
Israel Solla es una de las más sólidas afirmaciones de la continua renovación de nuestro teatro nacional. Actor puro, “de la calle”, que, convertido de pronto en apasionado romántico, nos ofrecerá una de las mejores actuaciones que hemos visto en mucho tiempo.
Por mí, ya se ha ganado el Edmundo Dantés puertorriqueño que me ha pedido.
Vaya a verlo en “1843-POR MARICXÓN”, desde el 3 de noviembre y por tres fines de semana, en el Centro de Bellas Artes como parte de su programa de Residencias Artísticas, con Producciones Aragua y el auspicio de las tiendas PARTY CITY. Entrada Libre y gratuita con restricciones de edad por el tema tratado. Viernes y sábados 8:30 pm y domingos a las 4:30 pm. No se hacen reservaciones y el público entrará a sala por orden de llegada. 190 butacas máximo por función disponibles. (Es decir, llegue temprano al CBA, los boletos se reparten desde las 6:30 pm, viernes y sábados, y domingos desde las 2:30 pm)
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