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LA SIRENA NEGRA


Por RRamos-Perea

La discusión sobre el tema de la personificación de la famosa “Sirenita” de Disney por una actriz negra, ha llegado a límites absurdos.

Los promoventes de esa discusión, haciendo galas de un racismo y una incultura prepotente y mísera, han llegado a proponer boicot a la película y a levantar sus voceríos porque le han quitado la “belleza” de la blancura del personaje.

Empecemos por dejar claro a estas inteligencias tan poco solventes, que el cuento de Hans Christian Andersen, publicado en 1837, no menciona en ninguna parte el color de piel de la famosa chica. Innumerables versiones del cuento se ilustraron a lo largo del siglo XIX y desde ese siglo, se realizaron diferentes versiones teatrales y musicales a lo largo del mundo.

La gente disfrutaba del cuento por su metáfora implacable sobre la autoestima femenina y la ordalía a la que se somete para lograr su redención personal.

A Puerto Rico nos llega esa poderosa metáfora tan temprano como 1945 cuando Francisco Arriví, como tesis doctoral, a la que une sus fervientes creencias en la igualdad de las razas, se plantea una pregunta trascendental: ¿una mujer cambiaría su raza por el amor de un hombre? Arriví conoce de primera mano lo que dio a llamarse “negrofobia” o “mulatismo”, que entonces eran las palabras con que se describía el endorracismo, es decir, el odio de una persona por su propia raza. Odio producto de un colonialismo atroz que ahondó nuestras diferencias de clase de entonces.

Arriví fue acusado -por muchos intelectuales puertorriqueños- de darle a la raza negra una “importancia que no merecía”, y su primera obra en este tema, SIRENA, sería rechazada por su metáfora evidente, tomada a propósito del cuento de Andersen.

En SIRENA, Marina Beltrán, o “Cambucha” para sus pares negros, es una hermosa mulata, hija de un abusador gachupín, se ha enamorado de un rico comerciante ponceño blanco que simplemente la usa como “querida” (amante). Ella se provoca una cirugía para cambiar sus facciones mulatas por las blancas solo para que este hombre abusivo la ame. Sueña con ser la princesa blanca del Casino Ponceño y dará su más preciado tesoro, su raza, para conservarle cerca. La obra explora las consecuencias de esa gravísima decisión que destruye su autoestima.

Muchos después de Arriví, y de muchas otras obras que usan la referida metáfora de la sirena se expresaron en el escenario, antes de que Disney la retomara.

Hoy, la condena del uso de una actriz negra para el personaje de Disney ha despertado una nueva forma de racismo. Ese racismo que impone una forma de apreciar la literatura, el cine y el teatro desde el privilegio imperial. El argumento es muy fácil de vencer.

El absurdo de que “NO PUEDE HABER UNA SIRENITA NEGRA”, nos llevaría a preguntarnos, ¿cómo los africanos negros podrían entonces interpretar a Hamlet, un joven evidentemente nórdico, blanco y rubio? ¿Se privarían de hacerlo porque algún racista imbécil se los condenaría? O vamos, ¿podemos pensar cómo los orientales podrán representar obras de Wole Soyinka, o de Aime Cesaire o de James Baldwin, ¿o de quién sabe que otro dramaturgo negro de cualquier parte del mundo?

La Compañía Nacional de Teatro del Instituto Tapia llevará a escena el 9 de junio en el Teatro Arriví, la obra SIRENA del Maestro Arriví, el más importante dramaturgo del siglo XX puertorriqueño, que toma la metáfora del cuento de Andersen.

Usted debe ir a verla. Además, es gratis y libre para todo público. Así sabrá de cual sirena estamos hablando, y cuál es la verdadera SIRENA que nos importa.

 
 
 

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