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¿NOS IMPORTAN LOS LIBROS?

Roberto Ramos Perea

Por R R.RAMOS_PEREA


Saqué el día de hoy para asistir a una pequeña feria de libros en un centro comercial en Caguas, donde una treintena de autores exhibieron sus últimas producciones. Pasé mi mirada por sus libros y, en mi ánimo de Director Ejecutivo del Instituto de Literatura, traté de captar el panorama del mundo de la autoedición, que es hoy por hoy el 90 por ciento del mercado editorial de la Nación.


Aunque detesto categorizar la literatura por género, puesto que no son los genitales los que escriben, sí percibí que cerca del 80 por ciento de los exponentes eran mujeres, autoras de memorias, muchos poemarios, series de novelas, así como de libros de autoayuda con sus respectivas reflexiones femeninas.


Me detuve a saludar al colega Pablo Crespo, historiador de la brujería en las Antillas del Siglo XVI —vicio secreto que compartimos—. Su recibimiento generoso me entusiasmó a buscar qué libros de historia de Puerto Rico podían exponerse en las otras mesas. Pero solo otro autor más ofrecía investigaciones que llamaron mi atención. En fin, me gasté algunos pesos.


La feria no estaba muy concurrida, y eso me entristeció. No porque no fuera publicitada, porque lo fue, sino porque, al parecer, los libros ya no están llamando la atención. Se han vuelto una contingencia. ¿Pero quién tiene poder para juzgarlo?


Si esta organización que promovió este evento, tuvo la entereza de realizar esta tan importante actividad, se debería, más por dignidad que por comercio, apelar a todos los centros comerciales de la Nación a que dediquen un espacio mensual —digamos, un fin de semana— para ofrecer los inútiles y desocupados espacios de sus pasillos a la promoción de los autores nacionales de manera gratuita.


Mucho sacrificio y dinero se invierte en la escritura, edición e impresión de la literatura puertorriqueña contemporánea, para que solo un centro comercial pueda ofrecer esta oportunidad, que es celebrada por quienes aún entienden que la cultura editorial no es un consumerismo frugal, ni mucho menos una plataforma para narcisistas que han convertido la literatura en farándula. Hay escritores serios, dedicados, audaces cuya única aspiración es ser leídos.


La Literatura Nacional Puertorriqueña es rebeldía, es necesaria, urgente, imperiosa. El mundo del libro puertorriqueño es un arma liberadora. ¿Qué importa que lo que se publique sea autogestionado o que haya pasado por la junta de un editorial? Lo que importa es que se escriba, se publique, se lea y que esta literatura diga algo que nos importe.


Todos los autores que allí estaban ganaron mi simpatía por la sola expresión impresa de su talento y sus preocupaciones. Me importan por eso. Hubiera querido tener dinero para comprar un ejemplar de cada libro y poder reseñar y evaluar su contenido. Así me aseguraría de que los libros no mueran en mi vida, ni tampoco muera el alma indómita que los creó.

 
 
 

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