(reseña de cine puertorriqueño)
Por ROBERTO RAMOS-PEREA
del Instituto Alejandro Tapia y Rivera
Nuestro cine sigue con su despacioso caminar entre muestras de sublime excelencia y otras de inescapable ridiculez.
Por ello es necesario PENSAR el cine. Pensar en lo que dice y proyecta. No basta la diversión de hacerlo, ganar o perder pesos, fama o farándula. Es imprescindible pensarlo, confrontarlo, apreciarlo con sabiduría y no con la frugalidad con que se consume hoy. Solo de esta forma lograremos entender las aportaciones de su singularidad y dejaremos de lado -¡espero que pronto!- la ridiculez de querer hacer un cine que imite o que pretenda ser “mejor” que el cine del Imperio que nos coloniza.
Existen demasiados “wanabis” (“yo quiero ser como…”) en nuestra gateante industria cinematográfica. Y ya no estamos en las de darnos palmaditas en la espalda por el esfuerzo, o de creer que porque nos exhiben en el monopolio de los cines de Plaza se ha llegado a la fama máxima. Porque al Oscar no se va a llegar nunca, además, ¿por qué esa lujuria de que sea el gringo el que diga lo que nuestro cine vale?
Ayer fui a presenciar la película de un colega (que orgullosamente recuerdo como estudiante mío), PIES EN LA ARENA de Gustavo Ramos Perales. Salí del cine con el corazón henchido de satisfacciones. Ramos Perales es el autor de varios proyectos cinematográficos puertorriqueños, siendo su más reciente la excelentísima película EL CHATA, que estrenó hace varios años con silencioso éxito. Pero sé que las metas de Ramos Perales no buscan la frugalidad del aplauso fácil ni mucho menos la condescendencia por “el esfuerzo” o la sonrisita burlona de piedad. En esta película se ha codeado con mucho del gran talento que pudo conseguir en RD, y sabe la vida de qué otra parte que unidos a los talentos nuestros han creado una historia digna de recordar como una de las grandes experiencias de nuestro cine actual. Una experiencia humana que realmente nos importa como Nación.
El lenguaje cinematográfico que Ramos Perales lanza en su obra está lleno de sorpresas. Ha encontrado en el cine de afirmación y redención una particular manera de expresión que nos hace abrazar a sus personajes en una empatía solidaria y liberadora. La historia que cuenta, escrita por un pelotón de guionistas (asunto sobre el que descargamos algunas objeciones) nos lleva a la decisión de una inmigrante dominicana víctima de la violencia doméstica, a un encuentro con otro inmigrante cubano y el deseo de ambos de obtener la legalidad migratoria. Esta apremiante y cotidiana complicación los lleva a confrontar sus expectativas en un final sorpresivamente tierno y humano.
Creo que la película nos integra a un nuevo Caribe. No el Caribe victimizado y doliente con el que vivimos, sino el Caribe ansioso de redención, donde se unen inteligencia, estrategia y humanidad en la búsqueda de mejores y necesarios futuros.
Las actuaciones, todas muy cómodas, honestas, sensibles y entregadas al imaginario de Ramos Perales y a la propuesta de solidaridad caribeña que el guión ofrece. No puedo evitar recordar al ver esta película, la obra de teatro INDOCUMENTADOS, escrita por el señor padre de Ramos Perales, uno de nuestros primeros y excelsos dramaturgos nacionales, el Maestro (y además estrecho amigo) José Luis Ramos Escobar. Esa genuina ocupación del tema de las emigraciones entre Puerto Rico y Dominicana es una de las buenas herencias que Padre e Hijo nos han legado.
PIES EN LA ARENA es uno de los máximos logros de nuestro cine puertorriqueño contemporáneo. Es un orgullo verla y apreciarla como suprema obra de nuestro arte cinematográfico ya en su pleno desarrollo, y también escucharla como una irreductible voz de afirmación latinoamericana.
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