Por R RAMOS-PEREA
Un amigo de esta página se pregunta cómo se gana el apelativo de “Primer Actor o Primera Actriz” que se le adjudica a los actores puertorriqueños en los medios. No rehúyo el reto.
Primero debemos establecer que es ser “PRIMER ACTOR O ACTRIZ”. Ver si establecemos un orden cronológico, un orden de valoración general subjetiva de una carrera (cosa que cualquiera puede ofrecer luego de un par de tragos o de una buena "lamida de ojo"), o por una acumulación de méritos por trabajo realizado que haya sido calificado por -también- una generalidad subjetiva.
El primer criterio es altamente volátil porque puede haber actores muy viejos que nunca han alcanzado ninguna estatura de calidad o de aportación que ameriten ser destacados con ese apelativo de PRIMER. Puedo pensar en tantos, que no por viejos o ancianos tenga que agradecérseles con esa distinción.
En segundo lugar, la arbitrariedad subjetiva que califica a alguien de primer actor o actriz depende excesivamente de la SIMPATÍA. Y esto es fácil de comprobar, porque no se ha depositado sobre NADIE – ni creo que nadie tenga ni la inteligencia ni el caudal histórico para certificar que Eugenio Astol fue mejor actor que Braulio Castillo padre, o que Juan Nadal Santa Coloma fuese más “primerísimo” -como fue llamado en su época-, que Rafael Enrique Saldaña, Marcos Betancourt o Ernesto Concepción Padre. Tendría que haber conocido a estos talentos antes de emitir un juicio imparcial al menos, sobre el asunto. Si yo dijera que Eugenio Astol, que murió al final del siglo XIX, es un primerísimo, tendría que probarlo con un caudal de información -que al menos yo tengo como historiador del teatro. Pero el juicio sobre mi experiencia dirigiendo, conociéndolos personalmente u observando el trabajo de los demás mencionado siempre estaría contaminada por mis simpatías. Pero, y aquellos que ni siquiera saben quién fue Astol, o Santa Coloma?, ¿o Saldaña o Concepción, o ese primer actor innegable que fue Marcos Betancourt? Y fíjate que he omitido dos o tres nombres, por la sencilla razón de que no alcanzan mi simpatía ni mi conocimiento.
Es muy compleja y agobiante la tarea de evaluar las trayectorias de TODOS los actores del país o de la historia de la Nación para delegar en una persona la tarea de calificar con imparcialidad a un actor con ese apelativo. Ni siquiera sobre las "vacas sagradas" contemporáneas (pienso en Dean Zayas, en Espinosa, en Myrna Casas, en Luis Rafael Sánchez, en Ramón Figueroa Chapel y tantos otros que se abrogaron ese derecho apoyado en su experiencia, pero en ellos también la simpatía, la amistad, la afinidad, anulaba sus criterios de calidad: eran humanos y en ocasiones hacían pasar sus opiniones como reglas, y esto es inaceptable. Tan inaceptable como aquella crítica de Ileana Cidoncha en la que llamó “Primer Actor” a Rafael Muñiz, que se paraba por primera vez en un escenario con una obra seria y cuya actuación fue destrozada por el público y la crítica.
En cuanto al trabajo realizado que se ha ganado el aprecio y el aplauso del público, pues no hay que tener 80 años de experiencia actoral para adjudicar tal apelativo. Porque como ya sabemos, hay actores de 80 años que pueden ser llamados primeros, y hay muchos otros que, por la calidad, constancia, consistencia, educación, cultura, inteligencia, sacrificio y compromiso con el arte, aportaciones innegables al arte que hacemos, el enfrentar nuestro pasado teatral con dignidad y respeto, aunque tengan 30, 40 o 50, pues también lo merecerían.
Nadie hoy le regatearía el apelativo de Primera Actriz a Alba Nydia Díaz o Idalia Pérez Garay o a Cordelia González, Angela Meyer, a Marilyn Pupo, a Ivonne Goderich, a Sonia Rodríguez, por solo mencionar algunas conocidas por la TV y otras por el teatro... Pero en su época se lo negaron o no lo hicieron tan público ni tan empático a Madelline Willemsen, Esther Mari, Lucy Boscana, Esther Sandoval, a Angelina Morfi, a Elsa Román, a Mercedes Sicardo, y sin embargo, cada vez que Jossie Pérez subía a escena no solo se le llamaba primerísima, sino que su “divismo” opacaba a las mencionadas en un derroche de adoración por parte de la prensa que era altamente cuestionable, pues todos sabemos que Jossie Pérez sería una respetable actriz, pero en términos de su trabajo, no llegaba a los rodillas de ninguna de las mencionadas.
Hoy yo no le negaría ese apelativo a Ernesto Concepción hijo, a Willie Denton, a Gerardo Ortiz, a Jorge Castro, a René Monclova, a Braulio Castillo hijo, a Joaquín Jarque, y a muchos otros que me da la gana de mencionar, y si tuviera que publicitarlos en un comunicado para una obra mía, no lo pensaría un segundo para llamarles primeros y hasta primerísimos. Lo mismo con Yamaris Latorre, Angela Mari, Marian Pabón, Provi Seín, Susette Bacó, Cristina Soler… pero si te fijas, me he cuidado de citar nombres de actores menores de 50 porque NADIE lo aceptaría. y “a la soltá” se me cuestionaría, antes de tener la paciencia de evaluar los criterios que mencioné.
Si aplicamos criterios de calidad, podría citar muchos más nombres de actores y actrices que merecen ese apelativo sin pestañear. Así que, si el criterio es la edad, es un criterio subjetivo, si el criterio es la calidad, también, así que solo nos queda la simpatía. Por lo tanto, el apelativo de “Primero o Primera o Primerísima” es exclusivamente UTILITARIO. Se usa cuando se necesita para dar promoción a los espectáculos. Y punto.
Y no creo que debamos delegar esa tarea en un “colegio de actores” que no colegia actores, ni a ninguna “prensa especializada” que de especialista en nuestro arte no tiene ni una coma, ni a ningún grupo de reseñistas o “influencers de las redes sociales” que reciben dinero por las necedades que dicen. Ni mucho menos a los “pares” actores o a los colegas en una clase tan divida e incestuosa que ha hecho lo imposible por odiarse a sí misma.
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