por R RAMOS-PEREA
Tengo por cierto que la memoria de la civilización es el teatro. Es memoria de sensaciones, de emociones, de inteligencia, de visiones del mundo y sus contradicciones.
Mejor mil veces que el cine, que solo atrapa un instante interpretado por la tecnología y el efecto. Mejor un millón de veces que los noticiarios o el periodismo, cuya verdad comprada por las corporaciones nunca es "verdad". Infinitamente mejor que todos los demás géneros literarios que en el fondo son narcisistas y de un solo punto de vista. El teatro es todos, la memoria de todos. A veces incluso, el teatro es mejor que la historia misma, porque la historia, en su lubricidad por el dato, pierde lo humano y verdadero de su ser cambiante.
Cuando vamos al teatro acudimos a la memoria de lo que somos. Por esta razón, nuestros primeros aborígenes de Kubanakán, Quisqueya, Xamaica, Borikén- tenían como misión principal de sus areítos, la representación de su historia, el recuerdo de sus batallas, de sus cosechas, de sus huracanes, hasta de sus amores... que transferían con cantos y bailes de padres a hijos.
Nuestra mitología taína, tan o más rica que la de cualquier otra cultura, y que por vagancia no hemos conocido ni aprendido ni acariciado, nos cuenta lo que fuimos. Mucho más que la mitología hebrea o judía que aprendimos con azotes de una Biblia llena de filosofía pero ajena de identidades; de una cultura griega que nada tiene que ver con nuestra humanidad o nuestro pasado humano como habitantes de este lado del mundo.
El teatro es memoria de civilización, de pasado, de presente y es profecía de futuro.
El Teatro da sentido a la vida, a la muerte, al poder y al amor que son las más poderosas fuerzas del espíritu.
Cuando convertimos el Teatro en producto, o en propaganda de ideales insulsos, o lo usamos para santificar la intolerancia o mitificar presuntos "héroes", lo reducimos a la misma altura con que se consume un dulce. Sabe bien por un instante, pero engorda.
Pero, ¿acaso no es un salón de clase, una "representación"?
Vaya al teatro a "aprehender" de usted mismo. Asista al teatro con el corazón dispuesto al misterio.
Todavía le queda.
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