Por R RAMOS-PEREA
Después de la solemne celebración justa y merecida a la obra de mi querido Viejo Francisco Arriví, y al exitoso trabajo de la Compañía Nacional de Teatro con BOLERO Y PLENA, parto para Nueva York esta semana a ver mi obra TUYA SIEMPRE, JULITA que Barrio Independent Productions – troupé de actores dirigido por la primera actriz Amneris Morales-, estrena en el TEATRO JULIA DE BURGOS en Lexington Avenue.
La obra esta protagonizada por los excelentísimos actores puertorriqueños Belange Rodríguez y Cheo Oliveras, cuya trayectoria en el Teatro Latino Boricua de NY es ampliamente reconocida y de primer orden. La obra está dirigida por la propia Amneris Morales y su colega Iván Goris.
He seguido con gran atención el teatro puertorriqueño que se hace en Nueva York. Y digo Nueva York como un barrio de San Juan. No me traga la fama y frivolidad del teatro “mainstream” gringo. Creo que nuestra creciente presencia en la cultura de esas tierras es obligada consecuencia de la abusiva invasión que sufrimos hace ya 126 años.
Y allí estamos, varias generaciones de puertorriqueños que caminan por las calles de la “gran manzana” podrida y corrupta, dominada por el interés y la ambición. Puertorriqueños, solos, que se buscan entre sí hallándose el alma contrita, triste las más veces, que celebran en una parada un orgullo que solo se reconocen ellos mismos. Eso somos nosotros, luego de tantos años… gente que necesita abrazarse para saber que existe.
Y muchos de ellos sucumben porque no tienen ese abrazo. Como Julia de Burgos… caminando atolondrada por la 105 y la quinta un 6 de julio de 1953… como Luis Lloréns Torres, muriendo de viejo y amargado en un hospital nuyorkino…. ¿Qué fueron a buscar allá tan lejos? ¿Qué los llamó a ese infierno donde el boricua se extingue en las llamas genocidas del exilio?
Dos seres humanos que encarnaron la más luminosa pasión que se pueda sentir, y esa es la POESIA DEL PARAÍSO.
¡Qué más paraíso que los poemas de ríos de Julia, las cuitas desgarradoras por el compañero necesario pero ausente, la profecía de la muerte, el hastío, la droga de los celos, el alcohol de la locura, la sin razón.
Y del viejo Lloréns, ese lúbrico soñar con la campesinita desnuda que se entrega como lucero del alba encimita del palmar… viejo acabado, centrado en sí mismo, macharrán, egocéntrico, absurdo… plagiador.
Y con ellos en escena, la muerte. La muerte como una gringa rubia que se pasea entre la desnudez de los poetas como una profecía.
¡Ay!, Julia y Lloréns, ¿quién lo hubiera imaginado? Ni yo, con mi voracidad creativa, la que ya a mis años casi no puedo soportar porque me mata.
Y resulta que es cierta. Los dos más grandes poetas de la Nación Puertorriqueña se amaron, tonta, loca, estúpidamente; como dos adolescentes caprichosos, para al final de sus vidas entregarse a las llamas de la culpa, el amor demente y el resentimiento.
Estoy seguro que este estreno de mi obra en Nueva York me revivirá todas las violencias emocionales que sentí al escribirla. Todas mis dudas ante los documentos históricos que certifican ese descalabrado romance que ocurrió por allá por los años de 1933.
Deberíamos conocerlo. Aún cuando la obra se estrenó en Puerto Rico con aquel mounstruo de la actuación que fue Marcos Betancourt y la primera actriz Ivonne Goderich, seguido del estreno con Angela Mari y Esteban Fonseca, (también se ha estrenado en Los Angeles, en Caracas y en varias capitales más), deseo propiciar que este montaje venga Puerto Rico.
TUYA SIEMPRE, JULITA es una obra muy querida en mi soledad de viejo dramaturgo. Una soledad que aspira a la calma, al silencio, a la paz de los montes acariciados por las femeninas brisas de noviembre, allá cerca de Collores, donde así de lejos, aún se escucha el suspirar frenético y macho del Río Grande de Loíza.
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